Tras decretar a fines de enero un confinamiento que paralizó la economía, las autoridades buscan ahora reactivarla, pero existen complicaciones y los trabajadores sufren las consecuencias.
Pese a sus rascacielos y su nivel de vida que explotó en 40 años, China sigue siendo un país en desarrollo. En el campo, unos 5,5 millones de chinos viven aún bajo el umbral de la extrema pobreza, fijado por el Gobierno en 2.300 yuanes (300 euros) al año. Pero, con una economía que se desaceleró debido al Covid-19, la promesa del Partido Comunista (PCC) de lograr para fines de 2020 una “sociedad de clase media” es más difícil de cumplir.
En un país donde muchos desempleados no reciben ninguna prestación, un desempleo elevado es la obsesión del PCC porque genera inestabilidad social. Según datos oficiales, China registró unos cinco millones desempleados adicionales entre diciembre y febrero.
Según un indicador del grupo chino de medios de comunicación Caixin, las empresas del sector de servicios redujeron su plantilla en marzo con una rapidez sin precedentes. AFP