La salud pública es una de las más antiguas deudas pendientes con el pueblo paraguayo y será, por tanto, un enorme desafío para el nuevo gobierno. El nuestro es un país que ha normalizado que grupos de enfermos con cáncer deban realizar una manifestación pública para reclamar sus medicamentos. Sin estas medidas de fuerza, nadie se entera de los reclamos. Esa es una realidad que debe cambiar.
Los pacientes oncológicos en el Paraguay, así como quienes padecen otras afecciones como diabetes o patologías cardiacas, tanto los que dependen del Instituto de Previsión Social como de Salud Pública, son personas que se encuentran desamparadas y dependen de la solidaridad de la población para poder adquirir sus necesarios medicamentos.
Las permanentes crisis de provisión de medicamentos e insumos son inentendibles tanto como inaceptables. Cómo se explica que se terminen los medicamentos en estas farmacias, cómo es posible que autoridades y funcionarios no sean capaces de prever, organizar y gestionar con eficiencia un tema tan sensible para la población.
El próximo gobierno cuenta con una gran ventaja: Su abrumadora mayoría en el Congreso Nacional. Por lo tanto, esa no podrá ser una excusa para perfilar un buen presupuesto para la salud pública. De los diputados y los senadores se espera, asimismo, que recuerden las promesas que le hicieron al electorado cuando pedían votos. Esta será la hora de honrar sus promesas.
Además de esto, del próximo gobierno esperamos no solo eficiencia, sino, sobre todo, que sea capaz de terminar con la indiferencia con que se asume el sufrimiento de la gente. Esperamos que logre imponer una visión humana de la salud y asistir a cada paraguayo y a cada paraguaya en su momento de mayor debilidad. Para lograrlo, además de recursos, serán necesarios que se planteen políticas públicas y que se gobierne con honestidad y transparencia, que cada recurso destinado en el presupuesto a la salud esté disponible cuando llegan los enfermos a los hospitales.
Como sabemos, un 80% de la red de salud en el Paraguay pertenece al sistema público, el resto corresponde al Instituto de Previsión Social (IPS) y un menor porcentaje al sector privado. La respuesta a los reclamos de provisión de medicamentos, insumos, infraestructura y personal de blanco es simple pero compleja a la vez. Necesitamos mejores administradores del Estado. Necesitamos mejores gestores de los recursos públicos. Necesitamos transparencia.
Esto nos lleva a la actual y crítica situación del IPS, donde la mala gestión y las carencias están normalizadas. Ya no se puede permitir que los recursos aportados por los trabajadores y por la patronal, quienes sostienen la previsional, sigan siendo gestionados con tanta irresponsabilidad. Y el cambio de enfoque debe iniciarse con el entendimiento de que el IPS no es una seccional colorada ni tampoco la caja chica de politiqueros con malas intenciones. Debe quedar claro que el IPS se debe exclusivamente a los aportantes y a estos deben dejar de faltarles al respeto. Eso debe cambiar, se debe acabar con el faltante de medicamentos, las largas esperas para consultas, las humillaciones y el atropello a la dignidad de los asegurados.
Urgen, por tanto, resolver el desorden y el caos imperantes en la institución más importante de seguridad social del país. Como también es imperativo que las nuevas autoridades comiencen a cambiar la realidad que padecen miles de compatriotas que en la enfermedad sobreviven con polladas y rifas.
El Paraguay dispone de recursos para tener salud pública, universal y gratuita; solo falta voluntad.