10 feb. 2025

Demoños en campaña

Arnaldo Alegre

Los políticos en campaña son seres extraños, de otro mundo, a medio paso entre lo fantasioso y lo mentiroso. Íncubos en busca del ansiado voto que los catapulte al poder. Golem armado con encuestas más o menos sectarias, decisiones de caciques partidarios, ambiciones confesas, intenciones inconfesas, márketing costoso y, muy de vez en cuando, con ideas propias y real intención de cambio.

Para ellos y la maquinaria que los apuntala las personas no son personas: son un voto, una estadística, un guarismo y, en ciertos casos, apenas una cédula a alquilar. Las personas que manejan un número determinado de personas, votos o cédulas están escalando en la pirámide del poder y poco a poco se alejan de los simples mortales (al menos de eso se convencen). Después vienen los dirigentes de mayor peso, pero de vuelo local. Posteriormente, están los dirigentes que manejan a los dirigentes menores. Tras esto llega el verdadero poder que básicamente son los caudillos nacionales y los que, tras bambalinas, financian todo el juego. Y, por último, se ubica el candidato. El factótum de la victoria electoral.

El candidato tiene horarios anormales. Se despierta temprano, lee las noticias, acusa de enemigos a los medios que no responden a sus intereses o demuestran sus contradicciones y de amigos a los que alaban su figura, y recibe el primer informe de sus asesores. Los que saben dicen que la falta de sueño del candidato, la tensión del proselitismo y los resultados poco alentadores suelen parir verdaderos demoños mal amanecidos que lanzan imprecaciones que harían palidecer a Satanás.

Tras el desayuno apresurado y algunos contactos con medios radiales o televisivos, van un rato al Puesto Comando y luego salen a la calle a besar bebés, abrazar a pobres, secar lágrimas de viudas, alentar al desempleado y a prometer a un auditorio cautivo el oro y el moro. También bailan, cantan, comen comidas populares y se suben a cualquier tipo de vehículo. Estos encuentros con el pueblo se repiten dos o tres veces por jornada. En el cierre del día se da otra ronda con los asesores y los medios de comunicación. Después (pero los menos), se quedan a solas con su conciencia.

Los elementos artificiosos en la construcción de un candidato son inversamente proporcionales al peso y contenido de su ideología o de su pensamiento.

La mediocridad o excelencia de una candidatura es ni más ni menos que el reflejo de la sociedad. Si no empezamos a pedir calidad, nos seguiremos autoengañando con los fantoches de turno.