- Antonio Pecci
- 25 de febrero de 1989
Bartomeu Melià
“Que las palabras circulen libremente”
Desde la parroquia del Bom Senhor Jesús, en el pequeño pueblecito de Miraguai, del Estado de Río Grande Do Sul, el padre Bartomeu Melià contestó los dos primeros puntos de nuestro cuestionario, venciendo las malas condiciones de la línea telefónica. El autor de tantos y tan valiosos trabajos sobre las culturas indígenas del Paraguay reflexiona sobre cómo la dictadura ha destruido la “ecología cultural” y ha reducido a la cultura a un ámbito de pequeñas élites.
UN CAMPO DE PALABRAS PROHIBIDAS
1. No hay duda de que el hecho cultural de un país es un ejercicio paciente que exige ciertas condiciones de desarrollo. Yo diría que existe una ecología cultural, fuera de la cual la producción se hace difícil, si no imposible. La dictadura destruye esta ecología cultural. ¿Cómo? Cortando algunos árboles más señalados: Son los escritores y los científicos en el exilio; y modificando el medioambiente de las culturas hacia un monocultivo de frases hechas y repeticiones sin gracia. Lo que yo sentía en el Paraguay, sobre todo entre 1969 y 1976, era que estábamos en un campo de palabras prohibidas, sin que se supiera muy bien qué se prohibía y por qué se prohibía. ¿Será que tal artículo o tal frase o tal palabra se puede decir y se puede publicar? Esta era la pregunta que nos hacíamos o que me hacía cuando pedía la colaboración de alguien para alguna de las revistas que dirigía en la época: Suplemento Antropológico, Acción y Estudios Paraguayos. No quiero decir que no se produjo cultura en el Paraguay de los últimos 30 años. Pero esta cultura me parecía marcada por tres características: El recelo, la timidez o, en el otro extremo, la desesperación. Se ha dicho que estábamos dominados por el miedo. Yo diría que también por la pereza. En el campo de la cultura, las dictaduras producen, sobre todo, pereza. La que queda internalizada, con frecuencia. Programas como La voz del coloradismo, por Radio Nacional, siempre fiel a sí mismo en su retórica repetitiva, quedarán como un monumento de la rutina perezosa.
Su misma agresividad era rutinaria. Una dictadura como la de Stroessner de un modo natural, aunque parezca paradójico, al mismo tiempo que encierra al pueblo en un discurso repetitivo, reserva la creación cultural para las élites. La producción cultural en el Paraguay ha tenido en estos años buenas expresiones y muy creativas, pero estas han estado casi exclusivamente reservadas a las élites.
Usted me pregunta cuáles serían los efectos en la producción cultural de una tan prolongada dictadura. Estos efectos no deben entenderse, creo yo, por lo que dejamos de hacer en el pasado, por los productos que no producimos, sino por los efectos permanentes en el modo de producir cultura. Esto es en la falta de ejercicio que sentimos para pensar libremente y en la pereza que la dictadura nos inculcó como excusa.
NADIE ENTREGA SU LIBERTAD
2. La respuesta a esta pregunta no puede ser de nuevo dictatorial, como si la solución viniera de uno solo o de un solo equipo. En este momento hay que producir un espacio en el que las palabras circulen libremente. Pero también responsablemente. Ustedes imaginan fácilmente que me estoy refiriendo al modelo de asamblea guaraní. En ella se puede hablar hasta igualar las palabras. Se unifican los modos de ver y de sentir unos con otros. Se crea un consenso, pero nadie entrega definitivamente su libertad a nadie. El consenso se hace históricamente cada día, en cada ocasión.
Cuando escribimos con Caravias y otras personas que estuvieron trabajando en las Ligas Agrarias el libro En busca de la tierra sin mal, publicado en Bogotá, y creo que muy poco conocido en Paraguay, tomamos una idea del teólogo alemán Juan Bautista Metz: “No es por acaso que la destrucción de los recuerdos es una de las medidas típicas de la dominación totalitaria”. Considero que es una prioridad importante el recuperar la memoria del Paraguay. Esta memoria está depositada en las formas de vida del pueblo paraguayo, desde la lengua hasta los modos de producción social y económica, y su misma fe religiosa. Por otra parte, lo paraguayo no es solo lo rural, aunque esto sigue siendo una referencia sumamente creativa. Saber lo que ha pasado realmente en estos años es también una prioridad. ¡Cómo cuesta hacer una crónica objetiva y seria de los últimos años sin caer en generalidades ideológicas! Hay que reconocer que diversos estudios realizados en la Iglesia Católica son, tal vez, las contribuciones más importantes en este sentido. Pero estos conocimientos no son todavía del dominio popular. Por una opción muy personal doy una importancia grande a la memoria guaraní en la construcción de la cultura guaraní. Volver a las matrices de su pensamiento, de su sistema económico, de su organización social, es volver al futuro. Es un retorno hacia adelante.
Augusto Roa Bastos
“Hace 42 años que ejerzo la profesión de exiliado”
1. El destacado novelista, autor de Hijo de hombre y Yo el Supremo, accedió a mantener esta larga entrevista desde su lugar habitual de residencia en el sur de Francia, la ciudad de Toulouse. Roa Bastos se halla abocado nuevamente a la terminación de su última novela, El Fiscal, una vez repuesto de la grave operación que tuviera el año pasado y de la cual se halla en proceso de convalecencia. Con El Fiscal se produce el cierre de esa notable “trilogía paraguaya” que integran las dos obras arriba mencionadas. Además de excelente novelista, don Augusto se revela una vez más como un agudo y penetrante analista de nuestra realidad, vista en función de su presente y de pasado, y de los desafíos para la construcción de una nueva cultura.
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2. Los efectos que produjeron estos decenios enormemente largos de la dictadura, significaron un efecto enormemente esterilizador sobre la producción cultural en general. ¿Cuál sería la causa de estos efectos letales? En primer lugar, la falta de una efectiva libertad de expresión, para que los distintos campos de la producción cultural, los trabajadores de nuestra cultura se pudieran manifestar sin miedo esencialmente, con un sentido y, ético de la sociedad y del individuo.
En este punto, yo me atengo a los Términos de la Carta Abierta al Pueblo Paraguayo que se publicó en Asunción y también en diversos medios de Europa como de América Latina. El llamado de base de esta Carta Abierta era el proceso de una reconciliación paraguaya, de una reconciliación realmente constructiva con la eliminación de todas estas actitudes de enfrentamiento y destrucción, de deprecio de los semejantes que no estuviesen incluidos en una línea “oficial” de nuestra cultura. Yo creo que los efectos han sido deletéreos en ese sentido, y el gran desafío que propone esta visión un poco siniestra de escombros y de ruinas, de obras que no fueron construidas y que debieran ya estar en la superficie de nuestra cultura, es enorme. El desafío se plantea no solamente a los que hemos sobrevivido a esta etapa negra de nuestra historia, sino se plantea al curso de las generaciones que van a venir en nuestro país. Esta construcción reposa sobre una voluntad profunda, colectiva, de recuperar el sentido mismo de nuestra identidad como nación, como país, como cultura. Y con respecto a los destinatarios de esta producción cultural, a los que están ubicados en esta línea de producción democrática, profundamente crítica de una realidad, como es la que yo hago y hacen otros compatriotas que están en el exilio interior.
Este es, probablemente, el desafío de base que se plantea a toda nuestra cultura, a todo nuestro porvenir como país, como nación, como país libre.
El efecto principal que produjo en mí este cambio, cuyos resultados vamos a ver en un inmediato futuro, fue precisamente ese, el de que en primer lugar había quedado destruido el mito del poder absoluto. Nosotros tenemos una tremenda experiencia en ese sentido, entre los países de América Latina. Yo estoy exiliado, no desde el comienzo de la dictadura anterior, sino desde la que la precedió, en el 47. Hace más de 42 años que ejerzo la profesión de exiliado. Y ya quisiera jubilarme de esta profesión, que a veces es bastante penosa y siempre triste. En mi situación están todavía una multitud de compatriotas nuestros, que son los que van a engrosar el caudal de las corrientes democráticas de nuestro país.
Agradezco que se me devolviera la condición de ciudadano, que se me permitiera salir de esta ambigua situación de apátrida que hasta ahora yo no sé qué quiere decir. También me produjo esta sensación de sentir, de pensar y de desear que la devolución de mis papeles de identidad eran un poco el símbolo de una amnistía general, para todos los ciudadanos que se encuentran en mi situación.
Y este fue también un efecto enormemente alentador sobre mí, el hecho de que se abrieran de nuevo las puertas de nuestra isla rodeada de tierra, al regreso de los compatriotas que pueden aportar su concurso, su saber y su verdadero sentimiento de paraguayos a esta reconstrucción que todos aspiramos. Si no, corremos el riesgo de ir, en un proceso casi vertiginoso, a una anulación de nuestra fuente de energía y de presencia física. Nosotros estuvimos varias veces en la historia al borde de la desaparición histórica, biológica, física. Y esta es la situación que hay que impedir a toda costa en el futuro. Nosotros fuimos, a mediados del siglo pasado, uno de los países más adelantados de América del Sur y ahora apenas somos el furgón de cola de esta colectividad de países.
Nuestro país debe forzosamente formar parte de esa comunidad latinoamericana, que fue la idea de los libertadores, de nuestros grandes padres fundadores. Yo alimento siempre esa convicción, que es lo que me ha dado fuerzas morales y resistencia incluso física para soportar con alegría el exilio.
3. Los desafíos que se mencionan referentes a derechos humanos, igualdad de los ciudadanos y de los partidos políticos, creo que son necesarios. Todos ellos. Creo. sí, que es necesaria, como base, la igualdad de posibilidades para todos, que es en el fondo la esencia de la democracia. Ese es para mí, probablemente, el desafío mayor. La igualdad de posibilidades de todos los ciudadanos.
Donde no haya diferencias que sublevan el ánimo por la enorme distancia que se ha creado entre sectores que se han privilegiado y los sectores mayoritarios de nuestro país que no tienen lo que necesitan para vivir. De manera que esta igualdad de posibilidades, bajo el imperio de una ley justa, creo que es una de las prioridades fundamentales. Digamos también la libre expresión de las ideas, la libertad de reunión, la libertad de que el hombre se sienta realmente no como un enemigo del semejante, sino como gente que participa en la tarea de la reconstrucción de una patria como la nuestra, tan necesitada de todos sus hijos. Por eso en aquella Carta Abierta al Pueblo Paraguayo yo llamaba a este diálogo de carácter nacional, a esta posibilidad que yo creo factible de solidaridad y de fraternidad entre todos nuestros compatriotas. El hecho de que yo no pertenezca a ningún partido político, pero que hace que me sienta más aún paraguayo, creo que me da cierta ventaja para ver en perspectiva esta igualdad de posibilidades para todos.