19 mar. 2024

Delirantemente poética

Blas Brítez

Hace cuarenta años, José Luis Guarner (1937-1993), cultísimo, cáustico y estilista como su amigo, el novelista cubano y cinéfilo impenitente Guillermo Cabrera Infante (1929-2005), citó una curiosa fórmula crítica del inculto y rudo fundador de Columbia Pictures, Harry Cohn, en su reseña de Novecento (1976), la película de Bernardo Bertolucci (1941-2018). La misma fue publicada en la legendaria revista barcelonesa Fotogramas, de la que no queda duda alguna que Guarner fue su mejor crítico (y de toda España. El autor de La Habana para un infante difunto lo consideraba, de hecho, el mejor de toda la lengua castellana). Si el “animal de bellota” (como lo llamaba) que era Cohn meneaba el culo en el asiento (“wiggle his ass”) durante la proyección, la película era mala; si no, era buena. Cuando el gran cronista —quien padecía de visión de túnel y lo llevó un cáncer a la próstata de tanto frecuentar butacas insomnes— terminó de ver las 5 horas 20 minutos que duró el filme del cineasta que falleció en noviembre pasado, prescindió de “consideraciones y análisis más sofisticados y profundos”, se acordó del método del “preboste de Columbia” y consideró que Bertolucci “había ganado la batalla”: Novecento era buena.

Una película de tales dimensiones que “logra no aburrir” entre tanto ensalzado bostezo “debe ser acogida casi con agradecimiento”, escribió Guarner. Agudísimo él, vio a Hollywood, pero también a Verdi y los frescos narrativos del siglo XIX en la base de esta película que cuenta historia colectiva con la morosidad y la piedad narrativa que casi ya no se estila. Una historia italiana que, en nivel más alto, es la historia del siglo XX, su conflicto. Guarner vio en ella esa cadencia que hoy resulta casi imposible en el cine político a fuerza de alienación global (y de aburrimiento grandilocuente en el cine): verano-infancia y adolescencia, otoño-invierno-fascismo y primavera-liberación y esperanza.

Pienso hoy en el también cáustico Víctor Barone —economista con un sentido del humor bastante acre y realista— a quien le escuché por primera vez hablar de Novecento y la clase trabajadora, en un distante ayer. Creo que le causaría gracia saber que hace cuarenta años Guarner se rió de los “capitalistas americanos” que reprocharon a Bertolucci haber gastado 18 millones de dólares en un filme que es “una proclama electoral del PCI”; mientras “los marxistas de pizarrín y los sagaces de turno (...) se han quejado de que la lucha de clases se reduce a un conflicto individual entre dos personajes”. Y agregó el cronista: ”Grand bien leur fasse, que dirían los franchutes: parece difícil, en verdad, proponer una lectura más pobre de esta película”.

Concluye su crónica —cuya lectura hoy es un privilegio entre tanta vacuidad disfrazada de profundidad en la crítica de cine—, luego de encontrar una “(posible) (imposible)” armonía entre Marx y Freud: “Pardiez, que ese Bertolucci es atrevido”.

Cuando hace tres meses se habló y se escribió mucho sobre los tangos en París, sobre los emperadores chinos y hasta sobre los frívolos soñadores enclaustrados de las diferentes películas del director, pero se habló y se escribió menos sobre cuando los trabajadores padecieron, resistieron y vencieron al fascismo durante más de cinco horas que fueron décadas en la historia de Europa. Una historia que, bajo otras formas diversas, viene acechando otra vez al Viejo Continente y al mundo globalizado. Por eso, es tal vez su obra más actual. Por eso se rindió Guarner ante la imagen final: “Una inmensa bandera roja, hecha de muchas banderas rojas ocultas durante veinte años”, que “cubre toda una plaza (otra idea delirantemente poética)”.

Más contenido de esta sección
Las ventas al público en los comercios pyme de Argentina cayeron un 25,5% interanual en febrero pasado, golpeadas por la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores a causa de la elevadísima inflación, y acumulan un declive del 27% en el primer bimestre del año, según un informe sectorial difundido este domingo.
El mandatario decidió crear el fondo nacional de alimentación escolar esperando un apoyo total, pues quién se animaría a rechazar un plato de comida para el 100% de los niños escolarizados en el país durante todo el año.
Un gran alivio produjo en los usuarios la noticia de la rescisión del contrato con la empresa Parxin y que inmediatamente se iniciaría el proceso de término de la concesión del estacionamiento tarifado en la ciudad de Asunción. La suspensión no debe ser un elemento de distracción, que nos lleve a olvidar la vergonzosa improvisación con la que se administra la capital; así como tampoco el hecho de que la administración municipal carece de un plan para resolver el tránsito y para dar alternativas de movilidad para la ciudadanía.
Sin educación no habrá un Paraguay con desarrollo, bienestar e igualdad. Por esto, cuando se reclama y exige transparencia absoluta en la gestión de los recursos para la educación, como es el caso de los fondos que provienen de la compensación por la cesión de energía de Itaipú, se trata de una legítima preocupación. Después de más de una década los resultados de la administración del Fonacide son negativos, así como también resalta en esta línea la falta de confianza de la ciudadanía respecto a la gestión de los millonarios recursos.
En el Paraguay, pareciera que los tribunales de sentencia tienen prohibido absolver a los acusados, por lo menos en algunos casos mediáticos. Y, si acaso algunos jueces tienen la osadía de hacerlo, la misma Corte Suprema los manda al frezzer, sacándolos de los juicios más sonados.
Con la impunidad de siempre, de toda la vida, el senador colorado en situación de retiro, Kalé Galaverna dijo el otro día: “Si los políticos no conseguimos cargos para familiares o amigos, somos considerados inútiles. En mi vida política, he conseguido unos cinco mil a seis mil cargos en el Estado...”. El político había justificado así la cuestión del nepotismo, el tema del momento.