Carpintería fina, así define a la especialidad de traumatología el doctor Cristhian Martínez (37), que se destaca en microcirugía, una formación que realizó en Brasil. Retornó al país hace dos meses y se dio la oportunidad de concretar la cirugía de mano, que cambiará la medicina en el país.
RUTA DE VIDA. Martínez proviene de una humilde familia que se asentó en Ciudad del Este. Mediante el trabajo de mesiteros, sus padres financiaron sus estudios en la Facultad de Ciencias Médicas en la Universidad Nacional del Este. Su padre es carpintero y su madre, modista, pero el trabajo informal de venta en una casillita fue lo que financió sus estudios. “Siempre me dediqué a trabajar con ellos. Crecí en el centro”.
Debido al crecimiento de la cadera derecha que se inició a los 12 años, recorrió muchos consultorios en Asunción. En ese entonces tuvo un acercamiento con la medicina.
“En eso me fui adentrando en la traumatología, veía tornillos. Como mi papá es carpintero, y cuenta con todas las herramientas, yo manejaba eso. Y traumatología tiene ese manejo de tornillos, cortes y esas cosas. La traumatología prácticamente es una carpintería fina”, contó.
A los 15 años trabajó en la casilla de sus padres, que le cedieron para que se independice. “Desde los 9 años trabajé en la calle. Vendía turrones, papas fritas. Fui carritero, hasta ahora tengo mi primer carrito que mi papá me compró para trabajar”.
“Siempre quise estudiar. Desde que trabajé en el centro. Comía encima de mi mesita. Tenía que dejar todo cuando venía el tiempo feo para tapar con carpa la mercadería. Era un mundo diferente”. Pese a que el trabajo independiente generaba ingresos, el trabajo se desempeñaba en condiciones muy precarias. Por ello, Cristhian Martínez siempre apuntó a estudiar.
El empuje sucedió tras el ingreso de su hermana a la facultad para estudiar Medicina. “Ella fue la motivación real de todo esto”. Entonces, siguió trabajando e ingresó al cursillo, pero en el primer intento no lo logró. Sus padres le dijeron que se dedique solo a su formación y tomaron de vuelta el puesto en la casilla. Entonces, se dedicó de manera exclusiva a estudiar. Sus padres financiaron sus estudios terciarios. No fue fácil, pero logró llegar a la meta.
Les digo a mis compañeros siempre que nosotros (traumatólogos) somos carpinteros finos, hacemos carpintería fina.
No teníamos ingresos. Era muy difícil. Mi mamá tenía dos estudiantes de Medicina.
Dr. Cristhian Martínez,
cirujano de mano.
“El cirujano de mano es plástico y es multifacético”
Ser traumatólogo fue solo el inicio, hasta que se inclinó a la cirugía de mano. “Yo veía que había tendones, no eran solo huesos. Me di cuenta que era como la plástica. El cirujano de mano es como un plástico, es cirujano vascular, es traumatólogo, arregla la parte nerviosa, vascular”, relató el doctor Cristhian Martínez. “Mi hambre por la ciencia no terminó ahí, primero quise ser traumatólogo, después cirujano de mano. Después dije, falta”.
Entonces, le interesó la microcirugía de mano, en el aspecto vascular, para el reimplante. Tenía barreras, no era aún médico nombrado, lo que le imposibilitaba acceder a una beca, a una especialidad en microcirugía de mano en San Pablo, Brasil, pero todo se dio a su tiempo. Cuatro meses antes logró el nombramiento por concurso en el Ministerio de Salud Pública y el IPS, y obtuvo el permiso para viajar. Durante seis meses participó en la formación y hasta se compró un maletín. Volvió hace dos meses y ya logró concretar el primer reimplante de mano. “Che ajapose”, se dijo hace años, y lo logró.