29 mar. 2024

¡Cuidemos el 2020!

Los resultados económicos registrados hasta el momento no son de los mejores. Personalmente esperaba un 2019 difícil, pero lo que estamos observando es mucho peor a lo que esperaba a finales del año pasado. Como muestra, un botón. Nuestra economía crecía a un ritmo del 5,6% en un periodo de 12 meses a julio del año pasado. A marzo de este año se ha desacelerado al 1,4%. Esto último incluye 4 meses seguidos en donde el crecimiento interanual del indicador de actividad se ha ubicado en terreno negativo.

Con estos números, las actuales proyecciones de crecimiento oficiales (e inclusive de los organismos multilaterales) tienen una alta probabilidad de estar sobreestimadas y es muy probable que sean revisadas a la baja. En cierto sentido, dado que ya estamos casi al final del quinto mes del año, podemos decir que el 2019 ya es tiempo pasado y, lastimosamente, un año perdido. “Duele decirlo, pero hay que decirlo”, como dice habitualmente una persona a quien mucho estimo. Lo inquietante es que, si no reaccionamos a tiempo, estaríamos poniendo en riesgo inclusive la dinámica económica para el año que viene.

Es hora de dejar de preocuparnos y empezar a ocuparnos de la economía. Esto no será tarea fácil. No porque el tradicional libro de texto no nos diga qué hacer. Las típicas recetas keynesianas (hacer más obras o bajar las tasas de interés) funcionan… pero no siempre. En la economía interactúan personas, que aparte de lo racional, poseen un aspecto emocional. Así, consumidores y empresarios muchas veces se mueven más por expectativas, por la confianza que tienen, que por los números que puedan mostrar los hacedores de política o sus balances.

Una anécdota ilustra el punto. En un almuerzo reciente con unos empresarios, uno de ellos me decía: “Que desastre la economía, que terrible la recesión”. Cuando le pregunté cómo iban sus ventas con relación al año pasado, la respuesta fue (luego de un momento de silencio que reflejaba sus dudas sobre qué decir) “bueno, esas en realidad no fueron afectadas porque lo que yo vendo son productos de primera necesidad”. Las expectativas y la confianza haciendo su trabajo.

¡Ojo! No podemos negar que los números más que justifican la baja expectativa o confianza que tienen en el presente muchos (¿la mayoría?) de los agentes económicos. Lo delicado es que el mal humor se ha contagiado hasta a aquellos a quienes no les va tan mal. Las expectativas deterioradas son como virus de las gripes: se contagian fácilmente a todos los que están alrededor. En síntesis, el horno no está para bollos en la economía, porque la baja confianza se ha vuelto “viral”. ¿Qué hacer? Tres ideas siguen.

El Poder Ejecutivo debe dar muestras muy claras de que la situación económica es su prioridad, por lo menos en el corto plazo. Y esto va más allá de lo que puedan hacer los ministros. Es el propio presidente de la República quien debe liderar cualquier plan de acción y demostrar constantemente que dicho plan está en el lugar uno de su lista. Nada mejor para cambiar las expectativas y confianza del sector privado que liderar sucesivas reuniones con los diferentes gremios. Estos son espacios muy valiosos para escuchar, dialogar y proponer cursos de acción. Para cambiar las percepciones va a ser fundamental la comunicación y, si viene de la cabeza, mucho mejor.

Las obras públicas deben finalmente despegar. En una coyuntura similar (2015), las mismas fueron fundamentales. Y de nada sirve tratar de disfrazar la baja ejecución actual. Nos mentimos cuando comparamos los gastos de capital de este año con lo observado en el 2014. No tiene sentido compararnos con niveles de cinco años atrás, dado que las instituciones han aprendido desde entonces a mejorar su eficiencia de ejecución (algo que no se olvida de la noche a la mañana). No tiene sentido compararnos con niveles de cinco años atrás, cuando el PIB nominal era al menos 30% menor. Tampoco tiene mucho sentido decir que las obras simplemente no arrancan porque hay mucha lluvia, en un mismo periodo en que la producción de la soja es 23% menor… por la sequía.

Finalmente, el BNF debe empezar a usar su potencialidad. Quiérase o no, el impacto del sector sojero sobre la economía paraguaya no es mínimo. Cuando al sector le va mal a nuestra economía le va mal, y viceversa. Este sector está sufriendo un triple impacto: colapso de la producción, precios a niveles muy bajos y elevados costos de producción. A esto hay que sumar el hecho de que el mismo tiene un nivel de endeudamiento superior a años anteriores cuando sufrió el impacto de otros choques (2009, 2012 o 2015). Sería buena idea encontrar un mecanismo de refinanciamiento a largo plazo (7 o 10 años) de sus deudas. Y considero que el BNF puede ser un actor importante en esta operativa, comprando la cartera, tomando las garantías adecuadas (que no son malas) y extendiendo los plazos de repago. Y para la mayoría no es problema de tasa, sino de plazo.

El ambiente externo no nos ayuda. A las volatilidades creadas por las tensiones comerciales entre EEUU y China o por el brexit, se suman las bajas expectativas de crecimiento de nuestros vecinos. No obstante, en el pasado reciente hemos mostrado que somos capaces de desacoplarnos de esa coyuntura global y regional desfavorable. Pero tenemos que ponernos a hacer nuestro trabajo. De lo contrario corremos serio riesgo de que se vuelva realidad una ironía que escuché el otro día: “Estamos mal, pero tranquilo que el año que viene vamos a estar peor”.

* Ex presidente del BCP.

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