Con tantos avances tecnológicos aplicados en todos los campos, los notables sistemas de producción de alimentos desarrollados, así como la ampliación de cultivos y la actividad ganadera a gran escala, resulta absolutamente incomprensible la terrible hambruna que hoy afecta de manera más visible a Cuerno de África, una región del África oriental.
Un fenómeno que la humanidad observa casi impávida y que expone a todas luces las miserias y contradicciones de los que vivimos en este planeta, de sus líderes y quienes detentan el poder.
Organismos y agencias internacionales advierten que comer y beber agua potable se han convertido en una misión imposible en zonas de Somalia. En la región, donde también están Etiopía y Kenia, suman más de 12 millones las personas afectadas por la sequía. Unos 2.5 millones podrían morir de hambre o enfermedad en los próximos meses si la situación no mejora.
El problema es complejo. A la sequía se suman los conflictos internos, la inseguridad, la dominación de la zona afectada por parte del grupo extremista Al Shabab, con afiliación a la red Al Qaeda, entre otros puntos.
Pero lo más triste es que entre los problemas también se menciona la falta de recursos financieros para atender la problemática.
La ONU asegura que se necesitan USD 2.500 millones para atender la crisis en Somalia, que son USD 1.400 millones más de los que se comprometieron en entregar agencias y donantes. Una suma irrisoria si pensamos en lo que las grandes potencias invierten en armamentos.
Según la organización War Resisters League, el gasto militar de los EE. UU. supera los 1.500 billones de dólares. Y solo para tareas de mantenimiento de sus cabezas nucleares, en el 2011, el Departamento de Defensa de los EE. UU. solicitó un presupuesto de 7.000 millones de la misma moneda.
En otras palabras, las prioridades de las naciones más poderosas y desarrolladas de este mundo tienen otras prioridades. La lógica del poder y su equilibrio se rigen por otros parámetros, en donde los intereses políticos y económicos marcan el rumbo, y en donde la persona ya no vale nada.
Se trata de pueblos abandonados a su suerte. Quizás solo requieren de ese plus, que hace atractiva a cualquier nación, como grandes reservas de petróleo o una ubicación geopolítica estratégica.
Cuerno de África nos reclama como seres humanos, interpela nuestra naturaleza, esta que urge extender la mano al semejante que sufre; y es el signo más elocuente de la profunda y radical inequidad que se impone en el mundo.
“Está prohibido ser indiferente ante la tragedia de los hambrientos”, afirmó Benedicto XVI, días pasados. Un reclamo que nos afecta, pues, en mayor o menor grado, también nosotros nos encontramos diariamente ante un reflejo de ese lejano África, y, más de una vez, también optamos por la cruel y cómoda indiferencia.