Si en estos momentos alguien tiene la curiosidad de conocer cuántos católicos hay en Paraguay, por mera curiosidad o al ver tanta gente movilizada con los preparativos para la visita del papa Francisco, tropezará con un inconveniente: no hallará una fuente fiable ni actualizada.
Las propias autoridades de la Iglesia Católica reconocen que ha habido una migración de católicos hacia otras confesiones, y que este proceso de pérdida de adeptos ha sido sostenido en los últimos años. Sin embargo, este es un dato que no está cuantificado y del que solo los curas y religiosos tienen una noción.
Según el Censo de 2002, 89,5% de la población del país se declaraba católica. Ya entonces, se registraba una disminución del 3,7% de católicos, con respecto a 10 años atrás (1992), cuando 93,2% de las personas mayores de 10 años declaraba profesar esta religión.
A tres años de la fallida realización del último censo de población, aunque suene increíble, hasta este momento en realidad no contamos con este estudio demográfico tan relevante que, en el país, pese a haber contado con presupuesto (USD 18,5 millones), tropezó con un problema muy serio: la ineficiencia humana. Desde el inicio, algo que suponemos fue planificado, y con varios años para que todo resultara óptimo; sin embargo, empezó a tropezar con inconvenientes de tipo administrativo, primero, y luego de carácter técnico.
Situaciones como la falta de pago a los censistas y después, denuncias de que muchos hogares jamás fueron visitados por estos.
Solo estos dos problemas, echaron por tierra la seriedad del procedimiento y la fiabilidad que irá a tener, si todavía es posible, el tan esperado Censo Nacional de Población y Vivienda 2012.
Un instrumento que no solo nos permitirá conocer cuántos habitantes somos en el país, sino otros numerosos datos como las actividades económicas de la población, desplazamientos, nivel de estudios, infraestructura, poder adquisitivo y otros más que, bien analizados y resumidos, sirven de invalorable insumo para las políticas públicas, y para establecer las prioridades de Gobierno y del Estado.
Si no se cuenta con esta radiografía del país, difícilmente se delineen correctamente las políticas de Estado.
Por eso, además de lamentable, es una vergüenza que a estas alturas no se dispongan aún de los resultados y la publicación de este documento, y que siga en dudas si podrá ser validado, porque se logró corregir los errores y cumplir con los estándares internacionales.
Todo mal, para algo que debió ser prioridad para el Gobierno, si pensamos que se gobierna sobre políticas y planes trazados a partir de datos objetivos de la realidad.