Jesús ha tendido la mano a todos: Muchos se han agarrado a ella y han dejado entrar la alegría en su vida. Pero otros han cristalizado su cerrazón, y caminan aceleradamente por la senda de la desesperación.
Se cumple la profecía del anciano Simeón: “Este ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones”.
Jesús descubre los pensamientos de su propio corazón. Durante la cena pascual un comentario destapa el dolor que lleva dentro: “En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar”. El desconcierto rasga el ambiente de intimidad que se había creado en el Cenáculo. Los apóstoles no saben qué decir y optan por una reacción que mezcla su simplicidad con la confianza en el Maestro. Preguntan: “¿Acaso soy yo, Señor?”.
Al contemplar la pasión, los distintos personajes parecen reflejar la actitud fundamental que cada persona puede tomar ante Jesús: Fidelidad, compasión, rechazo, debilidad, arrepentimiento… Cada personaje nos dice algo, nos ayuda a descubrir los pensamientos que tenemos en nuestro corazón, a reconocer su capacidad de elevarse con grandes actos de amor, pero también de caer en las trampas del egoísmo. A pesar de nuestras debilidades queremos ser fieles a Jesús. Como los apóstoles, en nuestra oración podemos acercarnos con humildad al Señor y pedirle que nos dé luces para conocernos mejor y sacar de nosotros lo que nos separe de Él. Jesús nos mostrará la verdad de nuestro corazón y, sobre todo, la fuerza de su misericordia.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-py/gospel/2023-04-05/)