25 abr. 2024

Crónica de un naufragio

Sin timón. Fallida gestión de las vacunas y la falta de medicamentos tumbaron al Dr. Julio Mazzoleni.

Hoy se cumple un año desde que apareciera el primer caso conocido de coronavirus en Paraguay. Por entonces, el hoy renunciante ministro de Salud, Julio Mazzoleni, iba a convertirse en capitán del barco que, junto a su primer anillo (Guillermo Sequera, Carlos Portillo y Julio Rolón), iba a salvar a la población de una debacle como se estaba dando en otras latitudes del mundo. En Europa, los hospitales colapsaban ante el avance del virus que empezaba a devorar –a velocidad inusitada– la vida de los adultos mayores.

El 7 de marzo de 2020 se confirmó el primer contagio de Covid-19, a partir de un joven de 32 años que había llegado procedente de Ecuador, donde la gente moría en las calles ante el caos sembrado por esta pandemia.

Tres días después, Mazzoleni y su equipo informaron sobre la ocurrencia de otros casos más. Un hombre proveniente de la Argentina con Covid fue a consultar a un sanatorio privado, donde esparció el virus. Entre los infectados había un médico, el Dr. Hugo Díez Pérez, quien finalmente fallecería diez días después a causa de la enfermedad. Era el primer profesional de salud caído en esta guerra que aún no había sido declarada.

Ese mismo día, el Gobierno decide la paralización total del país –que entraría a regir a partir del 11 de marzo– con la suspensión de eventos públicos o privados de concurrencia masiva (conciertos, reuniones religiosas, políticas, actividades en lugares cerrados) y el cierre de actividades educativas en todos los niveles durante 15 días.

En esa primera semana, se tomaron 53 test de Covid, con 6 resultados positivos. En los posteriores siete días, en plena cuarentena, de 254 muestras, 15 dieron positivas.

Bajo la consigna Quedate en casa, se buscaba ganar tiempo para cercar al virus y equipar rápidamente los hospitales con más camas de terapia, equipos e insumos estratégicos para el personal de blanco. Para el efecto, el Poder Ejecutivo puso a disposición de Salud Pública unos USD 514 millones, de los USD 1.600 millones del préstamo contraído.

El encierro se extendió por al menos tres meses. A finales de abril, empezaron a notarse las primeras fisuras del barco del capitán: Los insumos hospitalarios –adjudicados a las firmas Imedic y Eurotec - nunca llegaban. Finalmente, todo acabó en un escándalo porque se había hecho un millonario adelanto a esas empresas del clan Ferreira y los productos entregados no eran lo acordado. En mayo, el propio Ministerio rechazó los famosos insumos chinos.

Las críticas contra Mazzoleni empezaron a caer y las sospechas de contubernio en las licitaciones fueron el foco de atención ciudadana. En mayo, cuando regía la primera fase de la denominada cuarentena inteligente –consistente en la gradual flexibilización de las actividades sociales y económicas- la Comisión Especial de Supervisión y Control (CESC), encabezada por Arnaldo Giuzzio, detectó una cascada de irregularidades en numerosos llamados a licitación: Al menos una treintena de compras públicas debieron anularse o postergarse.

Mientras los países de la región y el mundo felicitaban el control de la epidemia en Paraguay, por el encierro oportuno, la imagen del capitán del barco y de su tripulación generaba sentimientos contradictorios en la población que ya estaba agotada: Alrededor de 30.000 personas quedaron sin trabajo, el subsidio otorgado por el Estado era insuficiente y el horizonte para muchos sectores empresariales también se ensombrecía.

Mazzoleni no dio un golpe de timón necesario para barrer a quienes formaban parte de los manejos turbios en las licitaciones. Fiel a su estilo atildado, ordenó una investigación por las irregularidades mediante la apertura de un sumario selectivo al entonces director de Unidad Operativa de Contrataciones (UOC), Pablo Lezcano, y seis miembros del Comité de Evaluación del Ministerio.

Ninguno fue sacado, nadie recibió un castigo ejemplar que disuada cualquier acto o intento de corrupción dentro de la institución. Recién cinco meses después, en octubre, el ex ministro dispuso unas tibias sanciones con la suspensión por 30 y 20 días, respectivamente, sin goce de sueldo contra los sumariados.

Pero, ninguno de estos acontecimientos llegaría a socavar tanto la imagen del capitán como la crisis ocasionada por las falencias en la gestión de medicamentos críticos y el retraso en la llegada de las vacunas antiCovid.

Desde hace seis meses que en la primera línea de batalla se anunciaba la escasez de sedantes, como atracurio y midazolam, que son claves para el tratamiento de quienes entran a terapia intensiva.

En el peor momento de la pandemia, con cifras de contagios que semanas tras semanas se superan, decenas de familiares de pacientes vendieron sus bienes o se endeudaron –otros hacían polladas- para procurar costear la compra de estos fármacos. Se gastan G. 2 a 3 millones por día y, en promedio, llegan a destinar G. 60 millones para la recuperación de su ser querido.

Los personales de blanco salieron a las calles para unirse al grito desesperado de la gente y ante la insostenible situación por este faltante, al que se sumaba la carencia de insumos básicos en los pabellones de contingencia respiratoria.

La tormenta del hartazgo ciudadano se avizoraba ya desde el jueves pasado con la convocatoria por redes sociales para participar, al siguiente día, de una manifestación de protesta ante la ineficiente gestión en la cartera sanitaria.

Frente al pedido de renuncia que bajó desde el Congreso, Mazzoleni, así como aseguró durante el escándalo de los insumos chinos, dijo que no iba a abandonar el barco.

Disuadido por su ex compañero de colegio, el ahora presidente de la República, Mario Abdo Benítez, y a modo de calmar las turbulentas aguas que amenazaban tumbar su embarcación, el capitán anunció que dejaba el Ministerio de Salud.

Quedó su tripulación al mando de un barco que naufraga –desde hace un tiempo- en un mar de promesas de medicamentos que faltan y vacunas que no llegan; al menos que cubran una cantidad decente del personal de salud y el grupo de personas vulnerables.

Todo esto tiene lugar en un contexto de inminente colapso del sistema de salud: Hay un total de 1.178 internados y 300 personas en terapia intensiva por Covid. Mientras que el número de fallecidos por este mal trepó ayer a 3.294 con 16 muertes más. La cantidad de casos confirmados llegó a 166.969 y actualmente suman 24.192 casos activos con un índice de positividad oscilante entre el 30% y 40% frente a muestras procesadas.

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