Para comprender esto, no hallo otra explicación sociológica como aquella que define que en Paraguay conviven dos tipos de sociedades: La tecnológica y la tradicional. La primera se caracteriza por la primacía de la ciencia, el empleo de los medios técnicos y de la producción, elevada necesidad del consumo, organización social compleja, la independencia y el libre pensamiento. La segunda es una sociedad conservadora, en donde prima el control social y el empirismo, sociedad con fuerte rasgo religioso en donde se funden lo sagrado y lo profano.
Notablemente, un líder mágico-animista puede tener rasgos de pertenecer a la sociedad tecnológica, mas sus deducciones, comportamiento y discurso –más próximo a lo mitómano– y en donde devela su verdadero Yo, lo sitúa como integrante de una sociedad más primitiva.
Veamos. Un líder mágico-animista niega incorporar a su análisis la concordancia con los hechos, que, al decir de Augusto Comte es el único criterio aplicable al método positivo, método que otorga un valor a la verdad en base a los acontecimientos. El líder mágico-animista tiene una mentalidad prelógica o ideológica. Una característica común es que se apoya en súper héroes. Los necesita ya que para legitimarse no puede vivir sin ellos.
Así como precisa de superhéroes abona el criterio de la supuesta infalibilidad humana por sus actos. Sus organizaciones y sus métodos son “perfectos”, no cometen errores. Un líder mágico animista es temeroso, abomina la verdad de los hechos que le son desfavorables o los manipula, y es por ese hecho que casi siempre queda en evidencia.
Como carece de autocrítica es inseguro y a menudo utiliza la propaganda como medio de reconocimiento y legitimación social. En la mente del hombre mágico-animista anida lo mítico como método base para la resolución de conflictos. Parten siempre o casi siempre de premisas falsas. Y al manipular la verdad su tarea pierde rigor y calidad.
El antropólogo Claude Lévi-Straus hace una interesante comparación entre el chapucero y el ingeniero.
El chapucero produce trucos, el ingeniero en cambio posee conocimientos teórico experimentales avanzados.
Mientras el ingeniero duda del orden experimental de sus resultados, el chapucero, que carece del mismo nivel, se apoya en su teoría que no es demostrable.
Esta pandemia puede asestar golpes mortíferos al igual que lo hizo la peste negra. Por ende, ¿Sabe usted amable lector cómo puede descubrir a una persona de estas características?
Cuando el título de una noticia claramente, no se compadece con la verosimilitud de los hechos.
He aquí, ante ustedes a un líder mágico animista.