López Romero nació en España hace casi 73 años y tiene también la nacionalidad paraguaya. Desde 2017 es arzobispo de Rabat, donde asegura ha vivido “una conversión” en la forma de asumir su ministerio.
“A duras penas confieso a una persona cada seis meses”, dice risueño a la AFP -el islam es la religión mayoritaria en Marruecos. “Eso me ayudó a descubrir que yo no estaba para servir a la Iglesia, sino que, siendo Iglesia, ponerme al servicio del mundo, en este caso del mundo musulmán”.
Está en Roma para el cónclave convocado tras la muerte de Francisco, que creó su cardenalato en 2019.
“No he decidido nada”, se apresura a decir este salesiano nacido en la provincia española de Almería.
EL CAMINO MARCADO. ”Creemos en el Espíritu Santo y veremos lo que él nos indica y hacia dónde tenemos que ir”; el próximo papa “no necesariamente tiene que ser un Francisco bis, un imitador de Francisco. Yo me conformo con que sea un buen imitador de Cristo, que sea un buen cristiano, una buena persona y esté atenta a lo que pasa en el mundo”.
López ha participado de las reuniones diarias en las que los cardenales debaten las prioridades y desafíos para el futuro de esta institución de 2.000 años. El martes una veintena de purpurados tomó la palabra. “Escuchamos a personas que a lo mejor nunca habíamos escuchado hablar (...) y eso orienta”, explica.
“Cuando una persona habla, se retrata; digamos que se muestra, no puede disimular”.
Esa información la lleva en el equipaje a la residencia de Santa Marta, donde vivió Francisco y donde se aloja ahora él junto a otros 132 cardenales mientras dure el cónclave.
“Yo mantengo las candidaturas abiertas. Me reservo ya para, cuando estemos dentro de la Capilla Sixtina, tomar la decisión de a quién darle mi voto y después ver cómo van las cosas”, apunta el purpurado que se nacionalizó paraguayo tras vivir casi dos décadas en ese país. ¿Cómo encara su primer cónclave? “No estoy nervioso, pero estoy curioso”, responde. AFP