10 sept. 2025

Crisis moral y ética

Gloria Ayala, vicepresidenta de la ADEC

Atravesamos una crisis sanitaria sin precedentes, una delicada crisis económica, con vientos de inestabilidad política. Todo ello agravado, sin duda, por la crisis moral y ética que corroe todos los sistemas.

Resulta fundamental distinguir los actos de solidaridad, empatía y generosidad que se manifiestan libremente en la ciudadanía, de aquellos otros interesados que entregan derechos legítimos de los ciudadanos como favores políticos.

Es desconcertante que para conseguir una cama en un hospital o medicamentos, se necesite tener algún contacto político que te “ayude”. Pareciera que nos clasifican en ciudadanos de primera o de segunda, acorde con los padrinos políticos que cada uno tenga o no; lo cual implica, concretamente, ser colocados en listas de vida o muerte.

Esta abominable y dantesca escena, que se origina en nuestras más cotidianas y arraigadas costumbres (lo que en un momento es una propina bajo la mesa para conseguir agilidad en un trámite, luego se convierte en una excusa para hacer una llamada a “un amigo” que consiga una cama en terapia intensiva), no puede menos que revolverme el estómago.

Esta práctica prebendaria y clientelar, instalada en nuestros hábitos culturales, evidencia una trama de convenios preestablecidos y moralmente aceptados en la sociedad, lo cual expone ciertas “normas” y tabúes que ya no son discutidos ni castigados por el pueblo; al contrario, recibe alabanzas sobre su valía o valentía con un “nde vale”, por lograr que su pariente sea atendido en un hospital público.

Cuando desde una mirada ética observamos estas conductas, intentando comprender el comportamiento humano, su toma de decisiones e incluso su incapacidad de reaccionar ante atropellos a la salud o a la vida de su propia familia, no podemos dejar de señalar que dichas prácticas vulneran gravemente la dignidad humana y socavan las bases del tejido social.

Nuestro conjunto de normas y principios de convivencia muestran que hemos naturalizado estos acuerdos y privilegios con base en padrinos, contactos o políticos. Pero desde la mirada ética, debemos lograr distinguir entre el bien y el mal. Resulta que no porque siempre se haya hecho así, o porque el sistema funciona de esa forma, o porque sea la “única forma de salvar la vida”, significa que sea correcto.

La indignación se transforma en ira, para lentamente agonizar en impotencia, al sentirme vulnerable, con las manos atadas y las ilusiones enlutadas. Compatriotas empobrecidos, asaltados desde que nacemos porque se apropian de nuestras oportunidades y esperanzas, somos maquiavélicamente manejados por los hilos de un poder corrupto y perverso.

Criminales disfrazados con trajes, infiltrados en los tres Poderes del Estado, sin distingos de colores ni ideologías políticas, empoderados por la mezquindad de sus propios principios morales y su absoluta falta de ética. El sector social y el sector empresarial deben coincidir en su visión patriótica para exigir que la agenda pública esté guiada por brindar bienestar al pueblo. Dios nos ampare y proteja.