29 mar. 2024

Crisis por coronavirus debe servir para iniciar un cambio económico

Después de semanas de distanciamiento social y del consiguiente paro económico, el Gobierno aún no planteó medidas integrales para reactivar la economía, sobre todo en aquellas ocupaciones más afectadas. Si bien ya se anunciaron algunas acciones como el impulso a la agricultura familiar y el apalancamiento financiero a las mipymes, aunque funcionen, probablemente serán insuficientes. El Gobierno debe implementar un plan de reactivación en el corto plazo, pero con la mirada puesta en la necesidad de cambiar el modelo económico hacia uno menos dependiente y que nos ponga en el camino de un desarrollo con mayor igualdad.

La experiencia de la pandemia del coronavirus nos mostró que, como país, somos totalmente dependientes del exterior, incluyendo productos como alimentos y medicamentos básicos.

A la dependencia externa se agrega la vulnerabilidad climática, ambos combinados generan altos niveles de volatilidad, lo cual reduce los niveles de previsibilidad, condición necesaria para mejorar las expectativas de los agentes económicos y con ello el ahorro y la inversión.

Varios estudios realizados a partir de datos relevados y sistematizados en una plataforma del Instituto Tecnológico de Massachusetts muestran las restricciones que tiene el modelo productivo paraguayo para el crecimiento económico a largo plazo y la reducción de la desigualdad.

Estos estudios señalan claramente que la escasa diversificación económica impedirá cualquier aspiración de incremento del producto y de los ingresos y la conformación de una economía más inclusiva.

Los datos muestran que el país debe complejizar su economía, es decir, producir mayor diversidad de bienes y servicios y de mayor valor agregado. Esto significa pasar de una producción basada en la actividad agrícola hacia la industrialización.

El cambio puede iniciarse por un proceso que impulse manufacturas donde Paraguay ya tiene determinadas capacidades, como la producción de maquinarias y productos alimenticios o químicos.

Una segunda fase debería profundizar “la complejidad” de los productos, tal como señalan las investigaciones, pero ello requeriría un mayor esfuerzo en la formación de capital humano e infraestructura, lo cual es totalmente factible teniendo en cuenta que la exigencia sigue sin ser elevada en términos de acumulación de conocimientos en dicha etapa productiva.

Con voluntad y valentía para enfrentar a algunos sectores que se oponen a los cambios, el Gobierno debe presentar un plan que incluya la reactivación y que permita enfrentar los problemas que, si bien ya conocíamos, fueron terriblemente evidenciados con la crisis del coronavirus.

Este plan no debe incluir nuevas deudas sino también un cambio radical en los sistemas de incentivos.

Varios organismos internacionales ya advirtieron que determinados sectores tienen que aportar más al fisco y, por otro lado, se deben eliminar incentivos a actividades que no contribuyen al objetivo de diversificar la economía.

La reactivación de los próximos dos o tres años no debe ser trasladada a los próximos 20 años como este Gobierno está acostumbrado a hacer, llevando la responsabilidad del financiamiento a los siguientes gobiernos y generaciones.

Todas las soluciones hasta ahora han pasado por el endeudamiento. El plan de reactivación económica que incluya el inicio del cambio en la matriz productiva debe incluir la eliminación de incentivos perversos que perpetúan un modelo perimido para trasladarlos a los sectores que diversifiquen la economía, generen mayor valor agregado y contribuyan a la creación de más y mejores empleos.

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