13 may. 2024

Corpus Christi

Hoy meditamos el Evangelio según San Marcos 14, 12-16.22-26.

“Tomad, esto es mi cuerpo”. Jesús que se queda con nosotros oculto bajo la apariencia de pan. Tan gran misterio nos invita a contemplar y asombrarnos de su Amor por nosotros.

“¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?”. En el contexto de la Pascua, Jesús instituye el sacramento de la eucaristía y lo hace libremente.

A la pregunta de los discípulos: “¿Dónde quieres?”. Jesús responde: “Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua”. Jesús comunica a los discípulos, con todo detalle, la manera en la que celebraría la que sería la Última Cena, en la que instituiría el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. No lo hace obligado por las circunstancias, sino que lo lleva a cabo como cumplimiento del designio del Padre. Al hacerlo libremente lo hace por amor porque solo donde hay libertad hay amor de verdad. Jesús, en su vida, todo lo ha llevado a cabo libremente y cuando se acercan los últimos momentos de su existencia, resalta con más fuerza el valor de la libertad. Al hacerlo transparenta el amor con que lo realiza.

“Mientras cenaban, tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: ‘Tomad, esto es mi cuerpo’”. Jesús, antes de ofrecer su vida en la cruz, por la salvación del mundo, quiso quedarse entre nosotros. Lo hizo convirtiendo el pan en su Cuerpo. Las palabras de Jesús no admiten otra interpretación: “Esto es mi cuerpo”.

La razón más alta que le lleva a Jesús a permanecer con nosotros bajo la apariencia de pan es el amor. Así lo enseñaba san Josemaría: “Jesús se quedó en la eucaristía por amor..., por ti.

—Se quedó, sabiendo cómo le recibirían los hombres... y cómo lo recibes tú.

—Se quedó, para que le comas, para que le visites y le cuentes tus cosas y, tratándolo en la oración junto al Sagrario y en la recepción del Sacramento, te enamores más cada día, y hagas que otras almas —¡muchas!— sigan igual camino”[1].

Después de convertir el pan en su cuerpo, “tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y les dijo: “Esta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos”. Jesús convierte el vino en su sangre que sería derramada enteramente en la cruz, al día siguiente. Con su muerte y posterior resurrección establece una nueva alianza entre Dios y los hombres. Lo hace dando su vida por nosotros que es la mayor muestra de amor: “Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos” (Jn 15, 13).

Todo en la eucaristía nos habla, a gritos silenciosos, del amor de Cristo por nosotros. Son gritos silenciosos porque espera nuestra respuesta libre. El amor no se puede imponer. La eucaristía es el encuentro de dos libertades: la libertad de Jesús y la nuestra. Es un misterio de amor profundo que estamos llamados a contemplar y la fiesta del Corpus Christi es una ocasión espléndida para hacerlo. Juan Pablo II en la última encíclica en la que trató de este misterio nos dijo que con ella lo que quería era suscitar el asombro eucarístico [2].

El papa Francisco, en ocasión a la solemnidad del día de hoy, reflexionó: “… con la eucaristía el Señor también sana nuestra memoria negativa, que siempre hace aflorar las cosas que están mal y nos deja con la triste idea de que no servimos para nada, que sólo cometemos errores, que estamos “equivocados”.

Jesús viene a decirnos que no es así. Y cada vez que lo recibimos nos recuerda que somos valiosos: somos los invitados que Él espera a su banquete, los comensales que ansía. “El Señor sabe que el mal y los pecados no son nuestra identidad; son enfermedades, infecciones. Y viene a curarlas con la eucaristía, que contiene los anticuerpos para nuestra memoria enferma de negatividad. Con Jesús podemos inmunizarnos de la tristeza. Ante nuestros ojos siempre estarán nuestras caídas y dificultades, los problemas en casa y en el trabajo, los sueños incumplidos. Pero su peso no nos podrá aplastar porque en lo más profundo está Jesús, que nos alienta con su amor. Esta es la fuerza de la eucaristía, que nos transforma en portadores de Dios: portadores de alegría y no de negatividad”.

(Frases de https://opusdei.org/es-py/gospel/evangelio-domingo-solemnidad-corpus-christi-ciclo-b/ y https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2020-06/papa-francisco-homilia-misa-solemnidad-corpus-christi-2020.html)

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