Instalado en un camión, un militar mexicano observa un desfile de imágenes en la pantalla de su ordenador. Sus ojos buscan formas humanas escondidas en vehículos; las de migrantes clandestinos.
En una carretera, cerca de la frontera entre México y Guatemala, las autoridades desplegaron un scanner para detectar migrantes que tratan de escabullirse para seguir rumbo al norte con el sueño de pasar a Estados Unidos.
Algunas decenas de metros más allá se divisa otra barrera. Guardias fronterizos revisan minibuses y taxis, y verifican la identidad de los pasajeros bajo la mirada de policías federales.
En los últimos días, los retenes policiales y militares fueron reforzados en esta región de Chiapas principal puerta de entrada de los migrantes centroamericanos.
Esa movilización es parte del acuerdo sobre inmigración, alcanzado el viernes por Estados Unidos y México y que evitó la imposición de aranceles de 5% a todos los productos exportados al poderoso vecino de norte . “Estamos aquí las 24 horas”, dice uno de los agentes.
De pronto, las autoridades detectan una familia de emigrantes. Padre, madre y tres hijos, incluido un bebé. Los cinco acaban en una camioneta de vidrios enrejados para su probable expulsión. AFP