19 ago. 2025

Conciencia ideológica o conciencia cívica

Por Mario Ramos-Reyes |

1. Las ideologías se mueven por intereses lo que, en cierta manera, no deja de ser verdad. Pero lo preocupante es que lo “interesado” está siempre atado y conectado a capturar o mantenerse en el poder, sea este político o cultural. Y ese poder es sectario, incapaz de abrirse a la realidad de las cosas aunque, lamentablemente, dispuesto a “negociar” para retener parte del poder cuando no lo posee plenamente. Es que en eso consiste la lógica ideológica: transformar la sociedad de una manera o de otra en base a una visión parcial de la misma.

2. No es extraño entonces que la ideología y las ideologías sean, muy a menudo, excluyentes, y cubran sus “espaldas” de manera llamativa. Y esa llamada de atención es puesta de manifiesto en lo que se llama conciencia ideológica. ¿Qué es esto? Conciencia es conocimiento de sí mismo, la posibilidad de saber la identidad propia y, sobre todo, qué se quiere hacer con ella en el mundo. El ideólogo propone cambios con un modelo prefabricado, algo que desea imponer, desde la moral sexual hasta la política de impuestos. Así, la conciencia ideológica se manifiesta como una forma social, un modelo que la sociedad debe adquirir e implementar si quiere progresar o, peor aún, llegar al “paraíso”.

No interesaría mucho si dicho modelo es factible o razonable; el modelo es entendido como una verdad sin matices que no admite “grises": es la verdad clara e indubitable en un mundo de ciudadanos “dormidos” que deben ser despertados, y concientizados con la llamarada ideológica, revolucionaria.

Lo ideológico nace y se nutre de una verdad parcial, respetable y real muchas veces, pero que la absolutiza, pues no ve y no quiere ver la verdad de la realidad en todos sus factores. Piénsese, por ejemplo, en la ideologización de los que, como los del EPP, reclaman justicia social de la tierra por la fuerza o bajo la amenaza del rapto.

La realidad de la injusticia es diagnosticada sin calibrar todos lo factores que pudieren ayudar a entender y solucionar el problema. ¿Cómo se produce riqueza? ¿Cómo se generan iniciativas de crecimiento económico? ¿Acaso la retórica del enfrentamiento y lucha de clases puede llegar a ningún lado que no sea una dictadura?

Eso indica y nos lleva a la necesidad de ese diálogo real del que carece la conciencia ideológica, y que el hecho de poseerlo es a lo que me refiero con el nombre de conciencia cívica. Es la capacidad de enjuiciar los problemas desde distintos ángulos y de proponer una respuesta explícita. Es el ciudadano que pregunta, dialoga, toma iniciativa, genera el mismo empleo, mira a los demás como hermanos y no enemigos. Es la capacidad, insistimos, de hacer preguntas y dejar de lado las respuestas prefabricadas de antemano. Conciencia cívica es mirar la realidad tal y cual es. ¿Qué implica realmente la distribución de la riqueza? ¿Acaso no se debe crear riqueza antes de distribuirla o, por lo menos, no se debería aprender a ser emprendedores antes que “pedigüeños” todo el tiempo?

La conciencia ética de la ciudadanía posee unos contornos vitales que si no se educan haciéndonos conscientes de la totalidad de los elementos que la componen, se acaba, lamentablemente, en caer en el facilismo y el simplismo del ideologismo: culpar de manera exclusiva y resentida de la pobreza a los ricos. O al colonialismo. O al imperialismo. O al vecino que tiene coche nuevo. Como la retórica del chavismo: todos tienen la culpa, menos él mismo o, por lo mismo, el “heroico” Raúl Castro quien, a pesar de la edad, continúa con el compromiso “revolucionario. Pero, ¿acaso esos berrinches solucionarán los problemas?

El nudo de la cuestión, me parece, es de índole educativa; la urgencia del desarrollo de una conciencia cívica, republicana, de responsabilidad de todos. Conciencia que implica el reclamo de derechos, pero también el cumplimiento de los deberes propios. Si, de intento, se desmoraliza a las nuevas generaciones con un discurso demagógico, no cabe esperar de ellas un comportamiento sano y sensato. Los problemas son complejos y no se curan con recetas ideológicas, sino dentro de una perspectiva hondamente moral e iría aún más lejos, religiosa. ¿Religiosa?

Ciertamente, la falta de motivación y de sentido, de pasividad ante la realidad, y la reducción de la misma, exige una tensión que solo el hecho de la fe podría abrir y ampliar. Ahí, los cristianos tenemos una tarea única e irremplazable, siempre que ella sea viva, vibrante, y no sucumba a las ideologizaciones tan propias de los últimos años.

Tal vez, ha llegado el momento de decir, con temple radicalmente democrático y republicano: es el tiempo de una auténtica educación de la conciencia cívica