–¿Y qué lo que es eso? Hay que averiguar por qué le dan tantos millones, agregaba otro opinante indignadísimo, mientras se preguntaba qué lo que es el Conacyt.
Leer esto es como para ponerse a llorar; porque la ignorancia como opción duele. Ver que seguimos siendo tan primarios en nuestros comportamientos y en nuestras opiniones, da mucha penita. Y llega un punto en que no solo el futuro se ve espeso: Sino que surge la sospecha de que no tenemos futuro como país, como sociedad.
Todo el tiempo estamos en las redes sociales ofreciendo opiniones que nadie requiere, opinamos sobre cualquier tema, con absoluto desconocimiento, pero con la actitud de quien es dueño de la verdad.
Digo yo, si alguien sabe cómo usar el Twitter en un teléfono inteligente, no sabría también usar Google para buscar ahí qué significa Conacyt, y de paso no quedar como un bruto, al ir repitiendo como un lorito que se le asigna demasiado dinero.
O podrían leer las publicaciones de los diarios, donde cuentan que en los ministerios se reparten con total impunidad y desvergüenza el dinero de nuestros impuestos. Se autorregalan viáticos, sobresueldos y tripletes de aguinaldos. Pero no, los opinadores de las redes sociales ya sentenciaron que es demasiado el dinero que se asigna al Conacyt, para la investigación científica y para difundir el conocimiento. Esas tres tristes chauchas que tiene de presupuesto...
No obstante, lo ínfimo del presupuesto que se dispone para hacer ciencia en Paraguay es solo uno de los problemas actualmente. La institución que promueve la ciencia y la investigación tiene un consejo integrado por personas que no tienen calificación científica, y que además, defienden intereses privados, no ciudadanos. Encima de todo, ellos deciden qué temas de investigación serán financiados y cuáles no.
Hoy, en un hecho insólito, habrá una manifestación para reclamar que se integre a un científico en la terna del Conacyt. Porque dentro de poco, el presidente de la República deberá elegir un presidente para el Conacyt, y el consejo de dicha entidad armó una terna compuesta por empresarios y no por científicos.
Mario Abdo debe elegir entre: Eduardo Felippo, José Matto Céspedes y David Ocampos. Sobre estos candidatos, pueden leer en el sitio www.cienciasdelsur.com que “ninguno cuenta con participación en proyectos de investigación o en la publicación de trabajos científicos. En los demás países de la región, tanto los ministerios de ciencia como los consejos similares al Conacyt están presididos por investigadores con posgrados, cátedras universitarias y otros perfiles similares”.
¡Hasta cuándo, Catilina! Es evidente que por acá continúa muy vigente la ley del mbarete.
Una ex ministra de Educación, la senadora Blanca Ovelar, explicaba que sectores empresariales desataron una guerra en la institución (Conacyt) desde la publicación de un estudio sobre los efectos negativos del uso de agroquímicos. Y como eso no les gustó, decidieron corregir los rumbos.
Las ciencias y la tecnología hacen posible que la mayoría de nosotros tengamos ciertos niveles de bienestar; que se hayan inventado las vacunas, que podamos tuitear desde un teléfono inteligente, que podamos pensar cómo va cambiando la sociedad, y salvemos a animalitos que están en vías de extinción.
Sin ciencia no hay futuro, y ojalá el presidente Mario Abdo entienda que seremos una vergüenza mundial si permitimos que un empresario lidere una organización científica.
Porque en tiempos de oscuridad y para avanzar como sociedad solo queda una cosa por hacer. Hay que investigar.