10 feb. 2025

Con abrazos de gua’u nada bueno puede resultar

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El senador Rodolfo Friedmann y Horacio Cartes hacen las paces tras años de enfrentamiento.

Foto: Pedro Alliana.

Cualquier emprendimiento o actividad humana que se acomete sobre la base de la mentira más temprano que tarde se torna insostenible, difícil de manejar y de alcanzar consistencia. Más aún si entre los involucrados existe encono acumulado, acusaciones, y alta dosis de desconfianza.

En algún momento estalla ese “tragarse” los verdaderos sentimientos, para aparentar que por encima de las emociones circunstancialmente existe un cometido mayor.

Así que no es verdad lo que burdamente tratan de transmitir el ex presidente Horacio Cartes, líder de la facción Honor Colorado, y el legislador abdista Rodolfo Friedmann, hasta la semana pasada enemigos declarados y, desde el lunes, como por arte de magia, reconciliados y vueltos compañeros de ruta supuestamente en pro de la unidad del Partido Colorado, con vistas a las elecciones municipales.

Friedmann está imputado por administración en provecho propio, lavado de dinero, asociación criminal y cohecho pasivo en el caso vinculado a la adquisición de almuerzo escolar, durante el gobierno anterior en que se desempeñaba como gobernador de Guairá.

Cartes y él aparecieron el lunes en una foto intencionalmente hecha viral. Ubicados uno cerca del otro, pasándose mutuamente uno de los brazos tras las espaldas del otro, y con la mano libre, cada quien levantando el dedo índice, en alusión a la Lista 1 que corresponde al Partido Colorado.

Con esa imagen plasmaron la supuesta declaración de paz de una guerra intensa en la que no se guardaron nada en el objetivo de ver hundirse al adversario.

Este forzado paso, detrás del cual hay que dar por descontado que es mucho más lo que están tratando de preservar para beneficio propio, no es equiparable, sin embargo, al famoso “abrazo republicano” tan enaltecido en los discursos y mitines de los dirigentes colorados.

Fue tan de fachada, que se percibe el gran esfuerzo que implicó para ambos protagonistas posar de esa forma: Abrazados de gua’u.

En épocas electorales, los partidarios de la Asociación Nacional Republicana se han caracterizado siempre por llevar adelante unas internas sangrientas desacreditándose entre sí los dirigentes de las facciones más preponderantes para terminar, finalmente, como compañeros de catequesis, meses antes de las elecciones municipales o generales. Como si no hubiese pasado nada, unidos eventualmente por mantener o ampliar los cupos de poder y los privilegios de este, gracias a electores cautivos movilizados por promesas laborales dentro del paquidérmico Estado paraguayo.

Son escenas repetidas de un ejercicio de la política vacío de valores, de prácticas carentes de dignidad, absolutamente oportunistas, lejos de las aspiraciones genuinas de la política como actividad que se desarrolla con decoro, con honor y coherencia en la búsqueda del bien común.

Ni Cartes ni Friedmann han demostrado una conducta política celosamente ajustada a valores.

Entonces, pretender con un abrazo de fachada componer las fisuras internas de un partido y hacer borrón y cuenta nueva puede que sea aplaudido por amplios sectores que consideran “normal” esto, porque es a lo que nos han acostumbrado en Paraguay las monocromáticas décadas de administración colorada. Pero no es así. No es un hecho anecdótico. Tampoco hay que dejar de sorprenderse, porque ayudaríamos a naturalizar algo que no está bien. Ni hay que justificarlo, calificando actos así como parte del pragmatismo político, como escuché decir a algunos. ¿Qué cambios puede alentarse desde una unidad coyuntural, falsa e hipócrita?

Si los dirigentes políticos asumen como normal el mentir o fingir “perdonar” al enemigo acérrimo, solo para la foto, en función de la supuesta unidad de su partido, no tendrán reparo alguno para seguir engañando e incurrir en peores actos cuando detenten el poder pleno.