28 mar. 2024

Como un río de paz

Hoy meditamos el Evangelio según san Lucas 10:1-12. 17-20. El Evangelio de la misa relata el envío de los discípulos anunciando la llegada del Reino de Dios. A su paso se repiten los milagros: ciegos que recuperan la vista; leprosos que quedan limpios; pecadores que se mueven a penitencia, y por todas partes van llevando la paz de Cristo. El mismo Señor, antes de partir para esta misión apostólica, les había encargado: ‘Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa. Y si hay allí gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz...’. Este mensaje lo repetirá la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

Después de tantos años vemos, sin embargo, que el mundo no está en paz; la ansía y clama por ella, pero no la encuentra. En pocas ocasiones se ha nombrado tanto la palabra paz, y quizá pocas veces la paz ha estado más lejos del mundo. Incluso “dentro de cada país, y en no pocas naciones, el estado habitual tampoco tiene nada que ver con la paz. No que haya guerra, lo que generalmente se entiende por guerra, pero sí falta de paz. Lucha de razas, lucha de clases, lucha entre ideologías, lucha de partidos. Terrorismo, guerrillas, secuestros, atentados, inseguridad, motines, conflictos, violencia. Odios, resentimientos, acusaciones”.

Paz, paz, dicen. Y no hay paz. No hay paz en la sociedad, ni en las familias, ni en las almas. ¿Qué ocurre para que no haya paz? ¿Por qué tanta crispación y tanta violencia, por qué tanta inquietud y tristeza en las almas, si todos desean la paz?

Quizá el mundo esté buscando la paz donde no la puede encontrar; quizá se la confunde con la tranquilidad, es posible que se haga depender de circunstancias externas y ajenas al hombre mismo. La paz viene de Dios y es un don divino que sobrepuja todo entendimiento, y se otorga solo a los hombres de buena voluntad, a quienes procuran con todas sus fuerzas acomodar su vida al querer divino. ”La paz, que lleva consigo la alegría, el mundo no puede darla”.

El papa Francisco, a propósito del Evangelio de hoy, expresó: “Jesús no es un misionero aislado, no quiere realizar solo su misión, sino que involucra a sus discípulos. Además de los doce apóstoles, llama a otros setenta y dos, y los envía a las aldeas, de dos en dos, a anunciar que el Reino de Dios está cerca. Esto es muy bonito”.

“Jesús no quiere obrar solo, ha venido a traer al mundo el amor de Dios y quiere difundirlo con el estilo de la comunión, con el estilo de la fraternidad. Por eso forma inmediatamente una comunidad de discípulos, que es una comunidad misionera”.

“Pero atención: La finalidad no es socializar, pasar el tiempo juntos, no, la finalidad es anunciar el Reino de Dios, y esto es urgente, también hoy es urgente, no hay tiempo que perder en charlas, no es necesario esperar el consenso de todos, es necesario anunciar”.

“A todos se lleva la paz de Cristo, y si no la reciben, se va hacia adelante. A los enfermos se les lleva la curación, porque Dios quiere curar al hombre de todo mal. Cuántos misioneros hacen esto. Siembran vida, salud, consuelo en las periferias del mundo. Qué bonito es esto. No vivir para sí mismo, sino vivir para ir a hacer el bien...”.

“¿Quiénes son estos setenta y dos discípulos que Jesús envía? ¿Qué representan? Si los doce son los apóstoles, y, por tanto, representan a los obispos, sus sucesores, estos setenta y dos pueden representar a los demás ministros ordenados, a los presbíteros y diáconos. Todos deben ser misioneros. Todos pueden sentir esa llamada de Jesús e ir a anunciar el Reino…”.

(De http://www.homiletica.org y https://www.pildorasdefe.net).

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