08 ago. 2025

Cómo se disuelve la sal en el agua

Vivimos en tiempos de contradicciones, cosas nuevas y grandes dudas.

Dicen que comenzamos una nueva época que no es como pasar la página de un libro, sino el buscarse otro.

Las conquistas ganadas con mucho esfuerzo, por ejemplo las laborales, una a una van desapareciendo.

Lo que decíamos que nunca queríamos que se repitiera, se sigue repitiendo impunemente.

Hablo de todo esto, porque hoy celebramos el santo ára de Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, mi familia religiosa dentro de la Iglesia católica. Y como la considero “mi familia” (por supuesto con otras familias, partiendo de la que me dio la vida, a las que quiero mucho), todos los años quiero dedicarle un artículo en su día.

Y el tema va a ser de cómo actuar y reaccionar y quedarnos en paz en medio de las tormentas que nos rodean.

Como nadie, Ignacio de Loyola trabajó y luchó para que existieran y vivieran sus ideales, la Compañía de Jesús. Pero, un día le presentaron esta cuestión. ¿Qué haría él si la Compañía de Jesús por la que tanto había trabajado se disolviera como un puñado de sal echado en el agua?

Su respuesta fue sencilla. Le bastaría un cuarto de hora de oración para estar en paz.

Muchas veces me he preguntado sobre el secreto de esta medida. Tan sencilla y tan eficaz.

Y la mejor respuesta que me he dado es que Ignacio de Loyola no era un hombre vacío haciendo muchas cosas. Tampoco, un hombre lleno de cosas y preso de ellas.

Ignacio de Loyola era un hombre tozudo por carácter y genética de su patria vasca en todo lo que hacía. Pero, nada de esto le podía arrebatar la paz que le daba Dios, lo más íntimo de lo más íntimo de su persona.

Ojalá, yo el primero, lo viviéramos.