En la cuna del primer foro en 2001, en Porto Alegre, todo fue intuición. De ese primer encuentro surgió la Carta de Principios, su marco de referencia conceptual y funcional.
Las dos ediciones siguientes (2002 y 2003) en la misma ciudad del sur de Brasil, la capacidad de convocatoria del Foro Social Mundial desbordó todas las expectativas.
Un rápido tránsito a Mumbai, India, en 2004, para lo que constituyó el foro de los dalits (sin casta) con cerca de 100.000 participantes. Y, luego, el retorno nuevamente a Porto Alegre, en 2005.
En 2006, la fórmula inventiva de un foro descentralizado en tres continentes, realizado en Caracas (Venezuela), Karachi (Pakistán) y Bamako (Malí).
La necesidad de ratificar su perfil “mundial” lo llevó en 2007 a Nairobi, Kenia.
Dos años más tarde, la vuelta a Brasil; en este caso, a la amazónica Belem do Pará.
La nueva edición africana de 2011 en Dakar, Senegal, fue con contenidos como racismo, colonialismo, esclavismo y migraciones.
La primavera árabe y la nueva experiencia de movilización revitalizaron al Foro Social Mundial y alimentaron con contenidos regionales sus ediciones del 2013 y del 2015 en la capital de Túnez.
La fuerza juvenil protagónica de Quebec legitimó su derecho a convocar en agosto del 2016 el primer Foro Social Mundial que se realizó en un país del Norte.
Y fue en ese marco de preguntas sobre el sentido mismo del Foro Social Mundial y su capacidad de autoconvocarse que un colectivo brasileño y bahiano lanzó ya a inicios del 2017 la propuesta de Salvador de Bahía para marzo de 2018.
“Resistir es crear, resistir es transformar”, constituye la consigna de esta convocatoria que será de vital importancia para el foro en plena y desafiante adolescencia.