01 may. 2024

Clan mafioso

Arnaldo Alegre

Los González Daher no eran muy afectos a las formas y menos a las normas. Tampoco hacían gala de decencia. Los suyo era el patoterismo liso y llano. El ejercicio inmisericorde de los más bajos recursos con el afán más grosero del pecunio por métodos viles.

Óscar González Daher (OGD) y Ramón González Daher (RGD) fueron escalando posiciones; uno, al amparo y reparo del Partido Colorado, y el otro, manejando los aspectos más sombríos del fútbol. Desde su Luque natal tejieron su red con el sometimiento como regla de convivencia. Las personas e instituciones bajo su ejido debían obedecer las órdenes. Eran ellos o la nada.

Ambos dejaron un tendal de heridos. Jueces y fiscales deberían inclinarse ante su poder, o sucumbir. Los deudores entraban en un infierno de trampas y aprietes, del cual no sabían cuándo iban finalmente salir. Cual Vito Corleone exigían pleitesía y sus negocios ni siquiera tenían la ocasional delicadeza del arquetipo de los mafiosos. Sus métodos eran salvajes. No había espacio para el honor.

Diferentes fuerzas confluyeron para detonar su tejido perverso. Aunque la decisiva fue la presión de los Estados Unidos de una forma nunca antes vista. La declaración de “significativamente corrupto” y la presencia del agregado de Justicia en los juzgados fueron más que gestos diplomáticos; fueron misiles dirigidos bajo la línea de flotación del clan.

Sin embargo, perdieron los pelos, pero no las mañas. Las recientes grabaciones que cobraron luz pública muestran que continúan con su maquinaria de intimidación y coacción. Pero a diferencia de otras épocas, ahora pueden ser castigados de forma ejemplar.

La corrupción sistémica y endémica es uno de los mayores problemas de nuestra democracia en eterna transición. La acción correctiva contra los González Daher da la esperanza de que la Justicia por fin se predispone a estar a la altura de los acontecimientos. No obstante la impunidad de la que gozan otros investigados por corrupción nos proporciona un inmediato baño de realidad.

A diferencia de los ladrones de gallinas que van por un tubo a las cárceles, los que se quedan de forma ilegal con el bien público pasean por la apacible avenida de la permisividad judicial y en raras ocasiones van a parar con sus huesos a las celdas. A lo sumo pasan unos meses en una locación penitenciaria acomodado y luego por la bondad interesada de la maquinaria judicial vuelven a su para cumplir con la prisión domiciliaria que es más domiciliaria que prisión.

Todo eso ante los ojos de sus víctimas que tienen que soportar como sus victimarios se aprovechan de la institucionalidad jurídica que a ellos les fue negada obscenamente.

Esto sucede en especial en el caso de RGD. ¿Cuándo los estafados van a recuperar algo del dinero? ¿Cuándo van a resucitar de la muerte financiera a la que fueron condenados por un sistema judicial corrupto y su infame corruptor?

Una Justicia que llega tarde es una injusticia disfrazada. Una Justicia cansina solo produce la revictimización de la víctima.

El tiempo dirá si las acciones contra los González Daher son un parteaguas contra la corrupción. Los antecedentes del caso nos obligan a ser pesimistas.

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