Por Carlos Carvallo, ex miembro del directorio del BCP
China estaría a escasos tres años de convertirse en la mayor economía del mundo. Según datos del FMI y del Banco Mundial, en 1992 ocupaba el décimo lugar a nivel mundial en tamaño económico medido por el PIB, en el año 2008 ya era la tercera y si sigue la tendencia se proyecta que para 2024 superará a Estados Unidos y se ubicará en el primer lugar. Este logro se debe a que el PIB de China, durante el periodo 1992-2019, creció a un promedio anual de 9,5%, impulsando un aumento sin precedentes en el comercio internacional en los últimos treinta años. Mientras este año se prevé una caída en promedio de la economía mundial en torno a 4,4%, de las economías avanzadas en 5,8% y los emergentes y en desarrollo en 3,3%, la economía china sería la única de ese grupo que estaría creciendo en 1,9%.
Este comportamiento económico del país asiático, promovido por la apertura de su economía y su inserción al mundo globalizado (también en lo que refiere a gustos y costumbre de sus ciudadanos), ha llevado a un proceso de urbanización acelerado, y a la irrupción de una clase media consumidora (la más grande del mundo) altamente demandante de proteínas. Los países latinoamericanos se han visto beneficiados con el dinamismo chino, que es el principal socio comercial e inversor en varios de estos países.
China es el gran mercado para los países emergentes y en desarrollo productores de alimentos. Es un gran consumidor del complejo sojero, demanda que ha tenido un aumento constante al menos durante los últimos veinte años, siendo el primer importador mundial de estos bienes. Paraguay no accede directamente al mercado de China, lo que impacta en sus márgenes.
Lo mismo ocurre con la carne bovina, cada vez más popular en la dieta alimenticia de los chinos. Entre los países del Mercosur, el mercado de China representa casi el 60% de las exportaciones de carne de Argentina, Brasil y Uruguay, siendo que Paraguay no participa de ese mercado. Hoy China es el mayor importador de carne del mundo, y esa tendencia es creciente. En 2016, las importaciones de carne de ese país representaban la mitad de las importaciones de Estados Unidos, hoy casi la duplican. Y no es solo un tema de participación de mercados, sino tan importante como eso, son los precios y los márgenes del mercado de China. La guerra comercial con Estados Unidos y la fiebre porcina africana han elevado el consumo y los precios, aumentando el margen del negocio, mientras nuestro país sigue atado a mercados poco dinámicos, volátiles y de bajo retorno.
Entre el año 2016 y las proyecciones de cierre para el 2020, las importaciones de carne de China estarían creciendo por encima de 200%, por lejos las más dinámicas del mundo. El mercado más importante para Paraguay es Rusia, que estaría cayendo en ese periodo en torno al 25%. ¿Cuáles son las razones fundadas en criterios económicos y de bienestar social, para haber quedado fuera del mercado más dinámico del mundo durante todos estos años?
La política de inserción internacional es uno de los ejes fundamentales en la estrategia de desarrollo de un país, y como tal constituye una política de Estado (y no de un gobierno), que debe estar fundada conceptual y empíricamente sobre la base de qué es lo mejor para su población. En este sentido, mientras los acuerdos comerciales, tanto regionales como extrarregionales, siguen su curso condicionados por las restricciones de las normativas acordadas a nivel regional y por los diferentes intereses que deben ser armonizados entre los países, que configuran marchas y contramarchas, hay un espacio relevante para decisiones de política comercial que dependen, en exclusividad, de nuestro país.
En este sentido, los países pequeños y abiertos no pueden definir su política exterior desde la ideología o las emociones, los criterios económicos y de acceso a mercados también son muy relevantes porque impactan en el ingreso y el empleo de los ciudadanos. ¿No es este el momento de encarar un debate nacional sobre este tema?