25 abr. 2024

Caballo de tierra roja

Mario Rubén Álvarez

Desde el vuelo majestuoso, y al mismo tiempo vibrante, del Guyra Campana mostrado en sonidos por el arpa de Félix Pérez Cardozo a partir de la década de 1930, ese instrumento de 36 cuerdas que van de lo agudo a lo grave –o al revés, si se quiere– ha servido para recrear en melodías situaciones diversas.

Esa pieza musical posee el atributo de haber señalado una de las vertientes de creación posibles de esa caja sonora encordada. Desde entonces, el propio Mitã Guasu y otros compositores para arpa han recurrido a sus posibilidades expresivas para ir aumentando el corpus de obras que hoy forman parte del repertorio de sus ejecutantes.

A modo de ejemplos, en Cascada, Digno García transmite la imagen del agua que cae en un desnivel geográfico con toda su magnificencia; en Caturí Abente, el guaireño Prudencio Giménez exhibe el comportamiento de la criaturita –de ahí deriva Caturí– llamada Estela, hija de Carlos Federico Abente, que empieza a tomar contacto con su entorno.

Heredero de la tradición arpística del Paraguay, Ismael Ledesma –nacido el 13 de noviembre de 1952 en Lambaré–, partió de una imagen visual para crear la melodía de Caballo de la tierra roja.

GALOPES Y CANTOS

En la grabación del tema, el canto de los pájaros del monte y los cascos del caballo galopando suavemente preceden a la intervención del arpa que continúa la descripción de lo que ocurre en la escena para terminar de nuevo, al perderse en lontananza el jinete, con el sonido casi dulce de las pisadas del corcel que se aleja.

“La obra se gestó en el 2004 cuando con mi esposa Hélene y mis hijas Lena y Johanna fuimos a Cerro Rokê (a unos kilómetros del pueblo de Sapukái, en el departamento de Paraguarí) a visitar a mi abuela paterna Gregoria Espínola. Desde allí se observan la calle empedrada por prisioneros bolivianos que sube al cerro y un camino de tierra roja que se pierde en la distancia” recuerda el arpista que en estos días se encuentra en el Paraguay para ofrecer tres conciertos con su grupo Ysando: en Asunción, el 7 de agosto en el Club Centenario y el 12 en la Alianza Francesa; el 14 se presentará en la Universidad Autónoma de Encarnación (UNAE).

“Estando en la casa de la mamá de mi padre, vi a un jinete encima de un caballo alazán (de color rojizo) que venía por el camino de tierra roja que va a la población de Valenzuela. El jinete llegó a casa y como era costumbre de muchos que pasaban por allí, le pidió la bendición a mi abuela. Después mis hijas subieron a su caballo un rato. Luego, el hombre se despidió, montó y partió hacia Sapukái”.

Ya cerca del crepúsculo, el de a caballo pasó de nuevo frente a la casa donde el arpista y su familia estaban.

“La imagen quedó en un rincón de mi mente. Casi diez años después, en el 2013, preparaba yo en Francia un nuevo álbum que iba a titular Colores latinos. En el proceso de composición de las obras, cuando pensé en el nombre del disco que grabaría con músicos de distintos países (España, Perú, Paraguay, Chile, Venezuela y Argentina), automáticamente, volvió a resurgir el color rojo de nuestra tierra paraguaya... y me acordé de la situación que había vivido en Cerro Rokê... Regresó aquella imagen en la que veía al jinete partir desde la casa de mi abuela hacia el destino que debía tomar hacia Sapukái...Y su retorno de tardecita; el jinete volvía del puéulo (como decían), pasaba otra vez frente de la casa de mi abuela.... Salí a la calle, observé su andar y lo seguí con mis ojos hasta que desapareció definitivamente confundiéndose con la tierra roja. Eso fue lo que me inspiró”.

Cuenta luego que en su casa de Bray et Lû, al noreste de París, mientras su esposa cocinaba, tomó su arpa y se sumergió en el universo de sus ideas sonoras. “Lo que hice fue relatar en música el cabalgar del jinete. Me llevó cinco minutos hacerlo. Empieza de manera dulce, el andar simplemente. En la segunda parte se puede escuchar mi modo de hacer relinchar en el arpa el caballo. Luego retorna la dulzura de la cabalgata hasta que jinete y caballo se hacen uno con la tierra roja en el horizonte”.

“La primera en escuchar la obra fue Hélene. Luego lo grabé en una grabadorita de manera bruta y en los días siguientes la fui afinando hasta encontrarle la forma definitiva... Envié el tema a Willy Suchar, un pianista argentino instalado en Paraguay; le comenté la atmósfera que quería darle a la obra y él la fue acomodando según mis indicaciones. La incluí en el disco Colores latinos Este tema forma parte de mi repertorio en las diferentes presentaciones. Le da al espectáculo el color de nuestro país”, termina de contar Ismael Ledesma.

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