El mensaje lo dio ayer durante la misa central en la Basílica de Caacupé, apuntando a una verdad incómoda, pero urgente: La paz no puede florecer en un mundo ni en una sociedad intolerante, donde reina la indiferencia y donde se pisotea la dignidad humana. Se refirió a la necesidad de renovación y redescubrimiento espiritual tras los años de pandemia en los cuales “hemos experimentado un cansancio, la resistencia al cambio, la tentación de hacer que nuestras ideas estén por encima de todo lo otro, incluso de la escucha de la Palabra de Dios y de la práctica del discernir’’.
Ante esto, invitó a los peregrinos que visitaron a la Virgencita Azul a pedir perdón con humildad y a elevar nuestra intercesión por las víctimas de los males del mundo y de la sociedad paraguaya que también está sufriendo por pecados que la impiden avanzar como ‘‘pecados contra la paz, la indiferencia, contra la propia creación, contra los pueblos indígenas, contra los migrantes, contra los menores abusados, las mujeres maltratadas y tantos pobres descartados”.
El líder religioso propuso un horizonte de esperanza desde la acción concreta del Espíritu Santo en el corazón de los creyentes. En este sentido, se alentó a hacer memoria viva de las enseñanzas evangélicas para ponerlas en práctica con valentía.
“El Espíritu hará recordar las enseñanzas de Jesús en las diversas circunstancias concretas de la vida”.
Insistió también en que el signo por excelencia de la presencia del Espíritu Santo es la paz, pero no cualquier paz.
“Mi paz les dejo, mi paz les doy, pero no como la da el mundo”. Esta paz, se explicó, “brota de la victoria sobre el pecado, sobre el egoísmo que nos impide amarnos como hermanos”, y por eso es incompatible con la violencia, la desigualdad y la exclusión social.
También pidió a los fieles a recuperar la escucha, abrazar la reconciliación en la reciprocidad, que todos necesitamos ser escuchados y somos capaces también de escuchar nosotros cada uno de sus miembros, de discernir y decidir estar juntos, de aceptar y ejercer una autoridad animada por la caridad, de ser corresponsables y rendir cuentas de nuestras acciones’’.