La más grande economía de América Latina y el Caribe está pasando por tiempos difíciles y su magnitud hace que el resto de los países en esta parte del continente se halle pendiente de lo que vaya a ocurrir allí, especialmente los pequeños, como Bolivia, Paraguay y Uruguay. La coyuntura local e internacional de Brasil no es la mejor de todas.
Dentro de ese país la mayor incertidumbre está en qué políticas públicas pondrá en práctica el presidente electo. Una cosa es lo que se dice bien o mal en las elecciones. Y otra cosa es la que después se pone en práctica, dados los imperativos técnicos y las circunstancias que condicionan al nuevo mandatario.
CIRCUNSTANCIAS LOCALES. Tienen que ver con el nivel de aceptación que tenga el presidente de la República Federativa de Brasil. Pues que haya sido electo con mayorías, no podrá esconder el hecho de que el resto del electorado no ha votado por Bolsonaro y estará actuando de oposición.
IMPERATIVOS TÉCNICOS. Ejemplos son cómo mantener baja la tasa de interés de los créditos internos para reactivar la economía, cuyo crecimiento se halla cercano a cero, sin tolerar mayores niveles inflacionarios. Otro imperativo técnico está en cómo crear suficientes puestos de trabajo para combatir el gran desempleo, que afecta ya a más de 13 millones de brasileños.
PRIORIDADES. Más allá de tales imperativos técnicos, que son múltiples, lo cierto es que en orden de prioridades el nuevo Gobierno de Brasil tendrá que restablecer la sostenibilidad fiscal y reformar en profundidad el sistema de seguridad social, frenando la presión salarial en el futuro. Otras reformas estructurales son asimismo prioritarias, tales como la mejora en la intermediación crediticia, la calidad de la infraestructura y la liberalización del comercio. Más o menos en estos mismos términos se pronunció recientemente Lagarde, la directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional, en un documento que lleva fecha 11 de octubre pasado.
COYUNTURA MUNDIAL. Aparte de estos problemas locales, a resolver, el panorama planetario tiene asimismo un alto grado de incertidumbre. El involucramiento en guerra comercial de las dos economías más grandes del mundo, los EEUU y la China continental, pone en ascuas a muchos: puede sobrevenir nuevamente una crisis de alcance mundial, similar o peor a la que ya se ha tenido hace 10 años, apenas superada hoy en día por algunos países. La peor parte de esa guerra comercial es la arancelaria, porque el aumento sustancial de las barreras aduaneras a la importación de bienes sensibles de ambos países, entre sí, puede ser un bumerang de efectos negativos de amplio espectro para EEUU, el iniciador del neoproteccionismo.
FED y USD. Por otro lado, el crecimiento de la economía norteamericana, aumentando su tasa de inflación doméstica, ha colocado a su Banco Central, la FED, ante el imperativo técnico de aumentar su tasa rectora de interés para contener la inflación y mantener bajo control el crecimiento del producto. Sin embargo, como es tradicional en esta receta ortodoxa, el aumento de esa tasa de interés vuelve más atractivo el dólar norteamericano para los capitales-golondrina instalados provisoriamente en terceros países. Tales capitales han empezado a regresar a los EEUU, creando serias dificultades en sus países anfitriones pasajeros, su destino ocasional. Esto ocasiona devaluaciones considerables en países emergentes de gran porte, como Argentina, Brasil y Turquía, aquí citados en mero orden alfabético. Las crisis argentina y la brasileña son ya harto conocidas en Sudamérica.
Solo nos resta esperar que prevalezcan sensatez y conocimientos técnicos en los líderes mundiales involucrados, tales como Trump, Xi Jinping, Bolsonaro y Macri. Tal vez así se pueda evitar consecuencias funestas.