16 sept. 2025

Balance de las eleccionespresidenciales 2022 en América Latina

La política latinoamericana abrió su periodo electoral presidencial 2022 en Costa Rica y lo cerró en Brasil, teniendo al medio la presidencial colombiana.

En el país centroamericano se confirmó el declive del otrora importante bipartidismo y, en general, del sistema partidario. En un panorama fragmentado, Liberación Nacional, la organización que más ha gobernado Costa Rica, encajó la tercera derrota consecutiva. Esta vez, cayó ante Rodrigo Chaves, funcionario internacional, fugaz ministro de economía y candidato por un partido sin trayectoria que se presentó como un adversario del sistema. El partido oficialista, la progresista Acción Ciudadana, no llegó al 1% y quedó sin bancas congresales.

En Colombia, también predominó la novedad con el inédito triunfo de la izquierda, en el tercer intento de Gustavo Petro, ex guerrillero y ex alcalde de Bogotá, en binomio con Francia Márquez, la primera afrodescendiente en alcanzar ese cargo. Su coalición de izquierda, apoyada por una nutrida red de movimientos sociales, se impuso al outsider Rodolfo Hernández que dirigió un partido novel. Llegaron a la segunda vuelta, tras apartar a las formaciones tradicionales, y el gobierno ni siquiera presentó una fórmula propia.

En Brasil, el gobierno también fue desalojado. Jair Bolsonaro perdió la reelección ante el ex presidente de izquierda Lula da Silva. La contienda tuvo tres rasgos cada vez más comunes en los procesos electorales de la región: polarización sociopolítica, agravada por un ambiente agresivo en las redes sociales; ataques para deslegitimar la autoridad, el sistema y el resultado electoral, aun sin evidencias o pruebas; derrota del oficialismo.

Aunque exista la impresión de un giro a la izquierda, en realidad, más bien se trata del rechazo a los oficialismos, independientemente de su línea. La norma política latinoamericana era de la reelección presidencial: entre 2000 y 2018, apenas un mandatario perdió el favor de sus ciudadanos. En cambio, desde 2019 los vientos soplan en contra de los presidentes y sus partidos, impulsados por la desilusión. Los votantes están frustrados con la economía, golpeada por el brutal freno de la pandemia y una recuperación titubeante, empañada por la inflación y la devaluación.

La crisis deterioró los indicadores sociales, se ensañó con los sectores de menos recursos y amenazó las posiciones de las clases medias frágiles. La difícil gestión del estado en esa coyuntura mermó el crédito de los políticos, en especial de quienes gobiernan, y peor cuando estallaron escándalos de corrupción.

Si los electores no hallan una alternativa satisfactoria en las ofertas habituales del sistema partidario, se vuelcan hacia líderes u organizaciones que nunca gobernaron y que prometen cambios significativos o, simplemente, desplazar a la impopular “clase política”.

En las condiciones actuales, la prolongación de estos comportamientos se marca como la senda más probable.

En cancha aparte jugó el plebiscito chileno que descartó contundentemente el proyecto de Constitución elaborado por una Constituyente cuyos integrantes se situaban más a la izquierda que la mayoría del electorado, sin liderazgos claros y desligados de un proyecto gubernamental.

La propuesta no convenció más allá del núcleo sociopolítico de base que acompañó la Constituyente. Ese sector quedó en minoría cuando se restableció el voto obligatorio para el referéndum, para el cual se movilizó más del 85% del cuerpo electoral.

Estos antecedentes preparan la entrada de los comicios presidenciales de 2023. En Paraguay se anticipa la reedición del duelo entre colorados y una coalición encabezada por los liberales, una configuración tradicional y estable cada vez más excepcional en la región. En Guatemala, la cita electoral se celebra en un contexto democrático deteriorado y sometido a numerosas presiones, en tanto que, en Argentina, la prolongada crisis económica se perfila como la variable crucial de la ecuación, tanto para votantes como candidatos.

A ese menú conocido de antemano, se ha sumado de manera imprevista Perú: la elección anticipada asoma como la única ventana para sortear una crisis institucional y política que se arrastra desde hace años.

El nuevo lote de elecciones confirmará, matizará o invertirá algunas de las tendencias que dejó 2022 en un cielo latinoamericano que, de entrada, luce encapotado.