Con más de 2,5 millones de casos y 125.763 muertos, Estados Unidos no cede el primer lugar en las estadísticas mundiales de enfermos y fallecidos, y ha visto cómo se ha disparado la cifra de infectados a medida que avanzan los planes de desconfinamiento.
Ayer, el vicepresidente, Mike Pence, viajó al estado de Texas, que junto a Florida y Arizona se han convertido en los nuevos epicentros de la enfermedad.
Florida vivió una jornada de alivio, con 8.530 nuevos casos, lo que supuso 1.055 menos que el día anterior, mientras que el gobernador de California, Gavin Newsom, ordenó el cierre de los bares de Los Ángeles y de otros seis condados para frenar la propagación.
La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, consideró ayer que “es hora de que esta Administración se tome esto en serio”.
“Somos el 4% de la población mundial. Somos el 25% de los casos (de coronavirus) y las muertes, el 25%. Tenemos el peor récord de cualquier país del mundo y el presidente dice que estamos progresando o lo que sea”, afirmó. Pelosi enfatizó que se trata de un asunto “de vida o muerte”, al defender el uso de la máscara como una herramienta para evitar los contagios de un virus contra el que no se tiene vacuna ni cura. “Y el presidente debería ser un ejemplo”, apuntó la líder política. Los pedidos a Trump también llegaron del ala republicana del Congreso. El presidente del Comité de Salud, Educación y Trabajo, el republicano Lamar Alexander, declaró que desearía que el presidente usara una máscara “cuando sea apropiado, porque millones de estadounidenses lo admiran y seguirían su ejemplo”. EFE