Es saludable, necesario y hay que festejar cuando se originan debates sobre temas tan interesantes como el que se plantea en relación a la publicación del libro de Washington Ash- well Concepción 1947. En su oportunidad, también manifestamos nuestro punto de vista sobre este texto, al que, al margen de las críticas realizadas en aquella ocasión, lo consideramos la más completa obra sobre aquel acontecimiento.
Para entrar en tema, sostenemos que hacer historia no es hacer un recuento de hechos y acontecimientos. Tampoco es mostrar documentos, dar testimonios o fuentes que avalen lo que se afirma en determinado momento. Hacer historia es, principalmente, explicar por qué sucedieron determinados procesos y discriminar las causas principales de las secundarias. Ni el doctor Ashwell ni el amigo doctor Pedro Gamarra Doldán plantean una discusión que le dé esa dimensión a la historia.
El tema en cuestión - la guerra civil de 1947- es tan importante y rico, que el esfuerzo por entenderlo y, sobre todo, para hacer memoria y ver cuáles siguen siendo los elementos que aún persisten en nuestro presente, obliga a seguir analizándolo y produciendo materiales para ubicar mejor aquel proceso político y militar.
En nuestro país, la historia siempre estuvo ligada a la política. Liberales contra colorados, éstos contra los comunistas, febreristas contra liberales, y así se fue realizando gran parte del proceso intelectual del siglo pasado. Decimos que hacer historia es hacer política, en el buen sentido de la palabra. No es asumir la posición del Partido Colorado o del Liberal o de cualquier otro, sino asumir una posición teórica en relación a cómo interpretar los procesos sociales. Este fenómeno intelectual siempre será político
El pensamiento positivista o liberal toma como prioridad el dato histórico, analizado desde una mirada objetiva. Este dato es descontextualizado y ubicado como en tabiques separados, sin comunicación ni relación. Así se analizan las obras del Gobierno de Morínigo, separadas de la situación social, del desarrollo del movimiento obrero o de las libertades públicas. Así se hizo y se sigue haciendo historia en nuestro país. Para historiadores y escritores de esta corriente, es fundamental contar con los datos producidos desde el Gobierno, las acciones de las grandes personalidades y los grandes acontecimientos, tales como las guerras internacionales o como las civiles. Dentro de este método de análisis han sucumbido la gran mayoría de los escritores que se animaron a escribir sobre el proceso político paraguayo. Unos más abiertos, otros con mayor documentación, aquél con el testimonio de haber sido protagonista; en fin, todos dentro del encuadre positivista, que no explica las causas últimas de los procesos sociales y políticos. Y es ahí donde ubico tanto el libro de Ashwell como la crítica de Gamarra Doldán.
La historia no es simplemente recordar lo que pasó, hacer un registro, lo más objetivamente posible, de la mayor cantidad de sucesos que se fueron dando en un período determinado. En realidad, la historia debe buscar y desentrañar del maremágnum de fenómenos sociales, políticos y económicos, aquellos que realmente fueron determinantes para entender un proceso.
Hemos escrito que la guerra civil de 1947 no puede ser entendida, en toda su dimensión, si no analizamos el proceso conocido como la “Primavera Democrática”. La contienda fue el desenlace de ese otro proceso y donde la oposición, la tradicional como la izquierda, tuvo un protagonismo fundamental. Sin embargo, hubo muchas equivocaciones y errores, tales como pensar que la “Primavera Democrática” fue un logro exclusivo de la oposición y que ese proceso de apertura, de amplias libertades, de movilizaciones diarias, perduraría en el tiempo, y que, con esas mismas acciones, el pueblo tomaría conciencia de la necesidad de profundizar ese mismo proceso. Nada de eso fue así. Morínigo no dejó un solo minuto y detalle al margen para continuar maniobrando desde el poder. El resultado final todos lo conocemos: Morínigo descabezó a la oposición al finalizar la guerra civil de 1947.
La historia de nuestro país no ha sido escrita todavía desde una posición científica, dialéctica y materialista. Aunque no se pueden negar varios intentos, en su gran mayoría corresponden a épocas y procesos de la Colonia, la Independencia y de inicios del siglo XIX. Memoria e historia van juntas en busca de una explicación dialéctica, que no oculta los problemas y que no acepta una historia cronológica e idílica. El ayer sigue pesando en nuestro cerebro tan fuerte como antes. Mientras no dejemos de lado esa historia narrativa, episódica, de los procesos, seguiremos hablando en nombre de nuestros muertos, sin producir los cambios que la sociedad nos está exigiendo actualmente.
El autor de esta nota tercia en el debate sobre la Revolución del 47. En la página 10, otra respuesta.
Debates
Carlos PérezCáceres
Periodista
Caperca258@yahoo.es