28 mar. 2024

Asunción la caótica

Brigitte Colmán – @lakolman

Ni las veredas, ni las calles están pensadas para los peatones. Si vas caminando te podés encontrar con autos estacionados sobre la vereda o con comercios que la ocupan con su variada y colorida mercadería, y en pleno centro hay bares que la ocupan con sus mesas y sillas.

En Asunción, una persona con un mínimo instinto de sobrevivencia deberá estar atento a su cartera y a su teléfono móvil ante la posibilidad de que le roben, pero si quiere regresar sano a su hogar, deberá también caminar mirando al suelo. Porque las veredas son una trampa mortal.

Cuando las veredas están rotas, tienen agujeros o están ocupadas, al ciudadano que va a pie no le queda más alternativa que caminar por la calle, rezando a la virgen de Caacupé para que algún conductor prepotente no se lo lleve por delante.

Incluso hay una Ordenanza Municipal, la 217/12, que dice que la franja de circulación peatonal segura tiene que tener como ancho mínimo 1,20 metros, debe estar pavimentada y libre de obstáculos. Pero bueno, si la misma Constitución Nacional es tan maltratada, imagínate lo que es una ordenanza.

A la ausencia de veredas en buen estado y libres para la circulación, se suma en la capital del país otras dos cosas: Calles peatonales y mobiliario urbano decente.

Lo de las calles peatonales es un asunto muy triste. Todas las ciudades del mundo las tienen y son espacios recreativos y al mismo tiempo exitosamente comerciales.

En todo el mundo menos en Asunción. Aquí los comerciantes generan revueltas cada vez que alguien apenas dice algo al respecto; porque los clientes paraguayos van en auto, y si pueden, estacionan frente a la misma caja de la tienda. Y como apenas hay espacios para estacionar, resulta una afrenta terrible que les sugieran caminar aunque sea un par de cuadras. Eso es insultante, y como ellos suponen, el cliente siempre tiene la razón. Por eso seguimos sin tener una calle peatonal.

En cuanto a mobiliario urbano, se considera que son los elementos ubicados en la vía pública, o en espacios de uso público; y su propósito es facilitar las necesidades del ciudadano, mejorando su calidad de vida. El mobiliario urbano forma parte de la ciudad. Entre ellos se puede citar a los bancos de las plazas, mesas, alumbrado, bebederos, basureros, cabinas de teléfonos, pérgolas, fuentes, jardines, aparca bicicletas, la señalética y los semáforos.

Eso sería lo básico. Pero hay ciudades de verdad en las que se montan instalaciones que sirven para que los ciudadanos, grandes y chicos, puedan disfrutar de los espacios públicos.

Porque finalmente de eso se trata: Que la gente tenga calidad de vida y pueda disfrutar del espacio público. Bueno, este puede parecer un concepto un tanto primermundista, dado que en este país no hay medicamentos en los hospitales públicos y las escuelas se caen a pedazos; y sin mencionar las ridículas pasarelas que cuestan millones de dólares, los superviaductos que se inundan y que no tenemos desagüe pluvial.

La cuestión es que, no solo se gestiona mal la ciudad, sino que las decisiones se toman pensando solamente en los autos, nunca en la gente.

Si hay mucho tráfico, se echan árboles y se construye un viaducto, se agrandan las avenidas y nadie invierte en transporte público eficiente y barato. Nadie piensa en la gente.

Lo peor de todo es que nunca jamás escuchamos propuestas o reflexiones de candidatos a intendente sobre estos temas. Los políticos solo quieren alcanzar el poder, llenar la institución con funcionarios innecesarios que luego serán mantenidos con nuestros impuestos.

El ritual democrático se cierra cuando vamos un domingo a votar, para elegir a alguien que nos va a negar calidad de vida, un polítiquito mentiroso que, si tenemos suerte hará posible de vez en cuando la recolección de la basura. Y por favor no le pidan más, porque lo único que nos va a dar son excusas.

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