La histórica y legendaria capital de mis amores, con sus naranjos y sus flores, anda un poco decadente. La madre de ciudades, la cuna del primer grito de libertad en América, últimamente parece haberse convertido en una Sin City subtropical, en una Ciudad Gótica tercermundista, en un distópico escenario del 1984 de Orwell o del Farenheit 451 de Bradbury.
¿Cuánto ha cambiado esta bella y romántica urbe, ramillete de los turistas, flor de las flores del Paraguay, considerada una isla de pensamiento ciudadano crítico en el país de la sopa sólida y de la eterna dictadura? ¿Acaso el paulatino deterioro de sus calles, los extendidos baches de sus avenidas, sus plazas cada vez más sucias y ocupadas, son solo representaciones de grietas más profundas que carcomen su alma herida, sus sueños tantas veces arrebatados?
Me acuerdo todavía, querida Asunción, de aquella grata sorpresa que nos diste, a pocos meses de haber caído el régimen stronista, cuando casi todos esperaban que -por inevitable inercia política-, en aquellas primeras elecciones municipales democráticas obtenga la victoria un colorado o un liberal, como un eco de cien años de bipartidismo y soledad, pero tu gente nos dio el ejemplo de un electorado consciente, cuando decidió respaldar al joven dirigente de un movimiento ciudadano recién nacido en los barrios. Fue la primera sensación de que la política podía ser diferente… aunque la ilusión no duró mucho.
De aquel primer ensayo quedó la percepción de que se podrían haber cometido menos errores y realizado más obras, pero luego vino otro episodio más frustrante, esta vez con un emprendedor liberal que se presentó como el más capaz, aunque en realidad resultó ser el menos, tanto que el electorado decidió dejar después a la ciudad en manos de tres sucesivos gobiernos colorados, todos ellos marcados por un estilo de política tradicional y populista, que respondieron muy poco a los principales problemas cotidianos, hasta que una marea de efervescencia liberosocialista rompió otra vez la racha colorada, rescatando el sueño de otra ciudad posible.
Lamentablemente, no fue así. La gestión que se anunciaba progresista resultó algo desastrosa, tanto que quien subió en andas de sonrisas y colores de multitud tuvo que marcharse mucho antes, en medio de acusaciones de corrupción e ineficiencia, dando paso otra vez a la era colorada, con sus viejos vicios y algunos nuevos.
El domingo último, el electorado supuestamente crítico y consciente de la ciudad de los jazmines hizo tal vez su peor elección en esta etapa ñembo democrática. Eligió a un candidato marcado por acusaciones de múltiples hechos de corrupción, como si ese estigma no le importara. Quizás es el fruto de tantos desencantos, quizás es la repuesta a la ausencia de figuras y propuestas que logren convencer.
Como novia que se pierde allá en la bruma juvenil, Asunción se acuna ahora en un triste blues, mientras son otras las ciudades del país que se embanderan con los votos más conscientes, con participación ciudadana de sueños y alegrías, desde la renacida Ciudad del Este hasta la sustentable Encarnación, sin olvidar a la culta Villarrica, a la luminosa Piribebuy, a la dinámica Villa Elisa o a la siempre limpia y cuidada Atyrá.
Asunción, qué distantes tus recuerdos van quedando para mí.
