Por Alfredo Boccia Paz - galiboc@tigo.com.py
El diputado electo del Encuentro Nacional, Hugo Rubín, molesto por el título con el que este diario informó sobre la reunión que referentes de su partido mantuvieron con Horacio Cartes, sostuvo que “la troica izquierdista que está en la parte editorial del medio es especialista en ‘antirrubinear’”. “Escriben como si fuera que nos pusimos vaselina en la cola y le dijimos a Cartes: vení a enzoquetarme”, recriminó.
Desde hace algunas semanas Hugo ha elegido el camino de las acusaciones excéntricas y comentarios llenos de vulgaridad. En pocos días pasó de sostener que los delincuentes peligrosos deben estar engrillados en algún lugar del Chaco y haciendo trabajos forzados a anunciar que exigirá que las hidroeléctricas de Itaipú y Yacyretá sean ciento por ciento paraguayas como compensación por el genocidio de la Triple Alianza. Por el camino, mandó “a cagar” a José Mujica y a Cristina Fernández, además de tratar a esta última de “perra” y “cretinita”.
Que un periodista con años de experiencia, que, además, es doctor en Derecho e hijo de la ministra de la Mujer, apele reiteradamente a expresiones demagógicas, escandalosas y machistas no son actitudes que puedan atribuirse a falta de formación o conocimiento. Por lo menos, yo no lo creo.
Debe tratarse entonces de una decisión deliberada del futuro diputado en el afán de llamar la atención o “ganar pantalla”. Si es así, lo ha logrado, pero a expensas de una lluvia de críticas nacionales y extranjeras. Lo curioso es que él ya era una persona pública, y, si fue electo, fue justamente por ser conocido a través de su profesión. Si, en su nuevo rol político, apela a estilos más propios del show business, está confundiendo los papeles y hará daño a su propia figura y a la institucionalidad del cargo de representación popular que ejercerá.
En política, la búsqueda de protagonismo al precio que fuere suele dar engañosos y efímeros resultados. A la larga -incluso en Paraguay- quienes eligen ese camino terminan olvidados y vilipendiados por la opinión pública. La exposición mediática desde un cargo político exige las espaldas anchas de la tolerancia a las expresiones aparentemente injustas o manipuladoras y la comprensión de que lo que la gente espera de sus parlamentarios es prudencia, trabajo y sabiduría en la función para la que fueron electos.
Los exabruptos y la zafiedad terminan provocando enojo y vergüenza ajena cuando los pronuncia un representante del pueblo. El futuro diputado puede hacerlo mucho mejor. Lo expreso desde el afecto que le tengo a toda su familia.