En menos de un año, esta formación creada en enero irrumpió en el debate en España, arremetiendo como el partido radical de izquierda griego Syriza contra la “casta” política, la corrupción y la austeridad en un país donde uno de cada cuatro activos no encuentra empleo.
Surgido del movimiento de protesta social de los indignados y atento al nuevo socialismo forjado por Hugo Chávez y sus aliados, Podemos logró unir en su contra a los dos grandes rivales de la política española.
“Este tipo de partidos políticos, que se basan en la demagogia, en el populismo (...) son muy peligrosos para el sistema y para la democracia”, decía en noviembre la número dos del conservador Partido Popular (PP), en el poder, María Dolores De Cospedal.
Sin nombrarlo directamente, el jefe del gobierno, Mariano Rajoy, denunció a esas formaciones que “siembran una desconfianza generalizada. Se culpa a los políticos, se sigue con la propia política y se acaba señalando al sistema”, afirmó, criticando a aquellos cuyo único programa político consiste en barrer.
“El populismo ha encontrado su expresión institucional en Podemos”, insistió por su parte el líder del Partido Socialista (PSOE), Pedro Sánchez. Es un “ataque de pánico ante algo nuevo”, analiza el economista Juan Ignacio Crespo, comentando las reacciones de estos dos grandes partidos, que dominan la vida política española desde el fin de la dictadura (1939-1975).
Su rapidísima progresión puede ciertamente desconcertar. Sorprendiendo a todos, logró cinco escaños y 1,2 millones de votos en las elecciones europeas de mayo.
“Nacimos para ganar”, afirmó entonces su secretario general, Pablo Iglesias, profesor de Ciencias Políticas. AFP