Mañana es un día en el que algunos van a disfrutar de un asado, regado quizá con abundante vino o cerveza. Y es que el 1 de mayo para muchos ha quedado reducido a eso, a un día feriado, un día de farra; con un repulsivo reguetón atronando, en vez de aquel himno de Eugène Pottier: “¡Arriba, parias de la Tierra! ¡En pie, famélica legión!...”.
Lo peor de todo no es que ya pocos conozcan La Internacional, sino que ignoran por qué el 1 de mayo es feriado, y la empresa te hace una fiesta; bueno, en el caso de que seas uno de esos privilegiados que pueden celebrar el Día Internacional de los Trabajadores, porque tienen un trabajo, un salario y beneficios sociales.
Como suelen decir las reseñas, el origen de la recordación de este día se remonta al año 1886, cuando sucede la famosa represión a los mártires de Chicago. Pero vayamos por partes, como bien diría Jack el Destripador.
Esta sangrienta historia transcurre en Chicago, Estados Unidos, en 1886, cuando los trabajadores iniciaron una lucha para lograr la jornada laboral de ocho horas. Ellos creían que las 24 horas del día debían repartirse de esta manera: ocho horas para trabajar, ocho para el hogar, ocho horas para el descanso.
En aquellos tiempos, plena Revolución Industrial, la explotación era lo más normal. La única limitación que había en algunos estados de los EEUU era hacer trabajar a una persona más de 18 horas seguidas, sin causa justificada. La multa en esos casos era de apenas 25 dólares. De más está decir que las condiciones de vida de los obreros eran terribles.
Es por eso que un sindicato muy grande decidió que, desde el 1 de mayo de 1886, la jornada laboral máxima sería de ocho horas, y de paso amenazó a la patronal con una gran huelga.
La huelga duró tres días, y hubo represiones por parte de la policía, en lo que también se conoce como la revuelta de Haymarket, que es una plaza de Chicago, donde se concentraban los obreros. Al final del tercer día una bomba estalló en la plaza, dejando como saldo un muerto y varios heridos.
Culparon a los trabajadores y muchos de ellos fueron detenidos y torturados. Al final acusaron a ocho anarquistas, y la Corte Suprema los condenó a la horca, aunque solo tres de ellos fueron a prisión. Entre ellos había un periodista, un tipógrafo y un carpintero, y son conocidos como los mártires de Chicago. A fines de mayo en 1886, ya se comenzó a implementar la jornada de trabajo de ocho horas.
Desde entonces, desde aquellos acontecimientos, cada 1 de mayo se conmemora a aquellos que, literalmente, dieron sus vidas para que nosotros hoy podamos tener la libertad y el derecho a manifestarnos, a trabajar ocho horas y a poder aspirar a tener una vida digna.
Pero, con el transcurrir de los años, los problemas se volvieron más complejos.
Ya no se trata solo de las ocho horas laborales, las vacaciones y el derecho a organizarse en sindicatos (en el Paraguay todavía hay empresas que no lo permiten). El trabajo se ha vuelto precario y las crisis tienen la mala costumbre de llevarse por delante algunos de nuestros derechos.
En el Paraguay hay desempleo, y muchas veces ese desempleo tiene rostro de mujer. Un informe de febrero de este año del Banco Mundial señala que nuestro país se ubica entre los países con el mayor nivel de empleo informal entre las economías de ingreso mediano-alto. La tasa, en nuestro caso, llega al 71%.
Según el Banco, en varios países en desarrollo “un gran número de trabajadores todavía realiza trabajos de baja productividad”; y dicen que les llama la atención que la informalidad se haya mantenido a pesar del crecimiento económico.
Es cierto que vivimos tiempos sombríos, y no es por banalizar, pero ojalá todos podamos celebrar este día con trabajos bien pagados y beneficios, con derechos, con asado, bebiendo algo (con moderación) y, por favor, sin reguetón.