07 feb. 2025

Apuntes sobre las elecciones

Carolina Cuenca

Dentro de unos días una gran masa de paraguayos irán a depositar sus votos en sus internas partidarias. Pero, además de la emotividad y el pragmatismo de la simple “conveniencia” individualista, es difícil distinguir las ideas que sustentan los programas, es más común encontrar mescolanzas chabacanas antes impensables como la de liberales socialistas, socialistas yvytuistas, republicanos sin republicanismo... Eclecticismo discursivo, práctica prepotente de la política, falta de visión comunitaria, salvo esporádicas excepciones. La razón está menospreciada y, ojo, no es una crítica solo para los dirigentes, lo es para los educadores del civismo en nuestro país, comenzando por la ausencia de esa simple y certera sobremesa familiar donde se conversa sobre política y bien común. Ni hablemos de la convicción, la más olvidada de las categorías humanizantes. Y, sin embargo, el ideal, no ha muerto. La queja, el descontento, en el fondo esconden un deseo de algo más.

Muchos jóvenes irán a votar pero ni los candidatos, ni siquiera de sus padres u otros adultos generan adhesiones razonables a ciertos ideales, solo quedan cascaritas colorinches del viejo sentido de pertenencia partidaria. Se necesita un nuevo comienzo para llenar de contenido y de sentido a los partidos en función del buen gobierno que, como escribía hace tiempo el colombiano Manuel Madiedo, debe representar la naturaleza humana, fundada en dos elementos: la garantía de los derechos individuales y la igualdad más real de todos los hombres. Además, “la verdadera república no es el gobierno de la opinión, sino el gobierno del DERECHO”.

El camino para hacer posible esto es lo que llamamos propuesta política y es lo único que se puede reclamar a los que ganan los votos. Pero, ¿qué propuestas genuinas tenemos hoy para elegir?... La tentación es borrar a los protagonistas de la sociedad su responsabilidad de autogobierno y apuntar en todo solo a un estatismo agobiante del que chupan y se preparan para chupar más y más garrapatas políticas. El ejercicio de la libertad termina reducido a emitir opiniones y a quejarnos, y el derecho es suplantado por la simple opinión de lo que sería justo hacer. He ahí la tragedia que une hoy política y administración de justicia de la forma más perversa. Esta despersonalización en la que nadie se hace cargo de sus convicciones ni da cuenta de sus actuaciones es caldo de cultivo de los populismos y totalitarismos de discurso blando que tanto proliferan.

Vender el voto o tratar de hacer trampa para ganar son solo consecuencias de este silenciamiento y apocamiento de la libertad de conciencia, la cual implica a personas responsables de su propio destino. Somos nosotros, en primera persona, los que nos debemos esta mejora educativa, este ejercicio real y encarnado –es decir, con todas sus limitaciones y grandezas– de nuestra libertad de elección.