16 abr. 2024

“Aprendí que solo con el trabajo lícito viviré tranquilo”

Trabajo. Juan pasa varias horas al día en la granja para sacarle rédito a su nuevo oficio.

Trabajo. Juan pasa varias horas al día en la granja para sacarle rédito a su nuevo oficio.

“Creo que me desvió la soledad, la ambición. Busqué el dinero fácil, porque yo valoraba solo lo material. Pero Dios me sacó de donde estaba y me trajo aquí, donde aprendí que solo en lo lícito viviré tranquilo en mi casa”, reconoce sin poner excusas Juan, que está privado de su libertad en la granja Ko’ê Pyahu, en el barrio Tacumbú de Asunción, desde hace ocho años, cumpliendo una condena de 12 años y siete meses. El hombre se dedica a la producción de huevos de gallinas y de plantas medicinales en una de las huertas del centro penitenciario, oficio al que piensa dedicarse cuando recupere su anhelada libertad.

Juan nació y se crió en la localidad de Itá. Es hijo de madre soltera, a quien recuerda como una mujer trabajadora en el servicio doméstico que ayudó a su crianza.

Las precariedades económicas lo llevaron a deambular por la calle desde los 7 años vendiendo verduras en el mercado y juguetes y chocolates saltando en colectivos.

Recuerda que el dinero que ganaba, más el esfuerzo realizado por su madre, le permitió pagar la cuota de una escuela privada que abría de noche.

Para los 16 años, se ocupaba de ordenanza en la aduana capitalina, fue secretario en un taller de autos y hasta hizo una temporada en el Chaco, junto a su abuelo, quien le habría de marcar con un pilón de faenas entre pastoreos de vacas y crías de gallinas. Después las cosas no fueron bien, la policía le puso las manos encima y terminó tras las rejas, recuerda.

ESTUDIOS. Primeramente, estuvo en la cárcel de Tacumbú, donde pudo acabar sus estudios secundarios y también montó un puesto para la venta de helados.

En la actualidad trabaja en la producción de huevos en la granja. Aprendió sobre cría y cuidado de gallinas ponedoras con las orientaciones del ingeniero José Jacquet, coordinador de Reinserción Social. Tiene 50 gallinas ponedoras que le reportan 350 unidades a la semana y un ingreso de G. 240.000 por las ventas de tabletas, con planes de aumentar la producción con dos galpones.

“El día de mañana tendré mi propia finca y producción. Todos dirán ‘allí está la granja del ingeniero’; la oportunidad depende de cada uno”, concluye el hombre que desde marzo del 2021 se pagará sus estudios como alumno de ingeniería agronómica de la Universidad San Carlos de Itá.


Juan está privado de su libertad en la granja penitenciaria Ko’ê Pyahu. Cuenta cómo hizo para abandonar el camino de la delincuencia y emprender el rumbo hacia la reinserción en la sociedad.

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