Asunción hace rato se quedó sin sus naranjos y sus flores. En el cambio salimos perdiendo todos. Porque sus callejuelas se han llenado de autos y autos y más autos; cientos de unidades del caótico transporte público y motos, motos y más motos.
Se cree que todos los días entran a la capital unas 1.500.000 personas, y lo hacen desde diferentes ciudades del área metropolitana. Toda esa cantidad de gente que viene a trabajar o a estudiar lo hace en autos particulares o en transporte público, y forman parte de ese caos cotidiano que es nuestro tráfico que –como sabemos– se mueve a paso de tortuga.
Las largas e interminables colas en los semáforos agotan la paciencia de todos y según los expertos, los pasajeros pierden hasta 80 horas al mes para entrar y salir de la ciudad capital. Imagínese eso, señora, 80 horas respirando el humo negro de los caños de escape y como si eso no fuera suficiente veneno, súmele el reguetón sonando a todo volumen.
Pero no es solo el tráfico el que se mueve muy lentamente. También las alternativas de solución llegan muy tardíamente. Es el caso, por dar un ejemplo, de la Franja Costera –devenida en Costanera– el famoso superviaducto que resultó ser un viaducto normalito nomás, pero que al final no obró milagro alguno.
Después están los proyectos que son más utopía que otra cosa. Me refiero al tren de cercanías, que es un tipo de transporte del cual disponen todas las grandes ciudades. Pero bueno, acá como sabemos, a la capital la tratan como una cenicienta. Y cómo no mencionarlo al famoso Metrobús.
Ahora que se fue el gobierno de Cartes y su maravillosa selección nacional, nada más al sentarse en su sillón, el nuevo ministro de Obras se encontró con la desagradable sorpresita que le dejaron sobre el Metrobús. El tren de cercanías angá está ahí, sigue siendo un proyecto que por los siglos de los siglos dormirá el sueño de los justos.
Pero el Metrobús empezó a los tropiezos y tuvo desde el vamos demasiados enemigos; muchos cambios de diseño y, sobre todo, los intereses particulares primaron demasiado.
Ahora que nadie sabe qué es lo que va a suceder sería bueno parar la pelota y pensar bien cuál será la próxima movida. Para eso, primero hay que reconocer que el Metrobús tiene un tendal de víctimas a las cuales debe resarcir. Los vecinos y propietarios de negocios afectados directamente por las obras, lo mismo que los pasajeros del transporte público y los automovilistas que deben atravesar la zona de obras, perdiendo mucho de su valioso tiempo.
La cuestión con el Metrobús es que la idea en sí viene a modificar en forma brutal nuestro sistema de transporte público, y ya sabemos todos quiénes están detrás de esos intereses particulares… Lo importante es que hay que terminar lo que se comenzó. No puede ser que dejen todo en la nada, y lo peor es que era una buena alternativa para nuestro transporte.
Lo mismo pasa con el tema del billetaje electrónico, que cada tres meses juran y rejuran que ya se va a implementar. Pero al final todos son cuentos.
La gente merece un servicio de transporte público barato y amable, merece que respeten su derecho a tener una vida más allá del caos del tráfico y por eso, las autoridades, del Estado paraguayo y las municipales, de todos los municipios, no solo Asunción, deben encontrar soluciones rápidamente.
Ya no podemos seguir viviendo en este caos. Los paraguayos nos merecemos un transporte público decente.