Por Íngrid Villalba
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Derrames cerebrales y juventud parecerían ser dos conceptos incompatibles. Pero no lo son. En Paraguay no existen cifras estadísticas al respecto, pero la realidad es comprobada con casos como los que llegan al Hospital de Clínicas.
“Ya vimos a jóvenes que tuvieron derrame por el uso de anticonceptivos. Otros casos llegaron por la práctica de gimnasia intensa y posterior desarrollo de fuertes dolores musculares, incluso con calambres”, explica la doctora Martha Galeano de Riveros, médica del nosocomio y presidenta de la Sociedad Paraguaya de Neurología.
En Estados Unidos, donde hay estudios alusivos, se calcula que el 1% de los derrames cerebrales son derivaciones de sustancias tomadas para el mejoramiento de la performance o el desarrollo de musculatura en los gimnasios. Algunos de ellos son los anabólicos, esteroides y anfetaminas, entre otros.
Otro peligro que se corre en los gimnasios son los golpes o maniobras bruscas y con mucho peso que afectan al cuello y la columna.
Galeano explica que los pacientes generalmente se quejan de un dolor intenso en la parte lateral del cuello tras el cual llega un escalofrío y una sensación de hormigueo. “En cuestión de horas o al día siguiente amanece con una parálisis total”, dice la galena.
TRIADA FUNESTA. Respecto a los anticonceptivos orales, la especialista señala que, sin tener relación directa con el tiempo en que la mujer los haya consumido, los mismos aumentan la coagulación de la sangre y pueden lograr que las plaquetas formen trombos que lleguen al cerebro, derivando en un derrame.
“Hay una triada funesta que se conforma por las mujeres que usan anticonceptivos orales, que son fumadoras y sufren de migrañas con fenómenos visuales, como ver lucecitas o chispitas antes de sentir dolor. Estas son candidatas a una embolia cerebral”, comenta.
La especialista calcula que de las 20 camas de la sala C-D de Clínicas, al menos 5 están ocupadas por pacientes que sufren enfermedades cerebrovasculares, y dice que en un mes reciben aproximadamente a 100 de estos pacientes.
TRES TIPOS. Hay tres tipos de estos ataques o derrames: la hemorragia cerebral, que sucede cuando el vaso de la arteria se rompe y la sangre sale formándose una hemorragia; el infarto cerebral, que tiene lugar cuando el vaso se cierra por un coágulo o por la aterosclerosis del vaso (la formación de placas de grasa en la pared de los vasos por la hipertensión o colesterol); y la hemorragia subaracnoidea, que sucede cuando la pared del vaso se debilita.
El último es el cuadro más grave, ya que el 50% de quienes lo sufren mueren al instante. Si el paciente, por otro lado, sufre de una hemorragia o un infarto cerebral, tiene 20% de probabilidades de fallecer en ese mismo momento.
“De los que no fallecen se calcula que el 50% queda con secuelas importantes y demencia; no hablan, no caminan, y tienen una sonda por la que reciben una alimentación especial. Otro 25% se recupera totalmente, y el 25% restante se queda con discapacidades, pero no tan severas”, sostuvo.
ADULTOS. Estos derrames son más frecuentes en los mayores de 50 años con factores de riesgo como hipertensión, diabetes, tabaquismo, obesidad y sedentarismo.
Los problemas cardiacos también predisponen para este tipo de desenlace, ya que producen embolias, alteración en las válvulas a través de una endocarditis (inflamación del revestimiento interno de las mismas) que puede desprenderse y llegar al cerebro, provocando un derrame.
SEÑALES DE ALARMA
Hay algunos signos que quizá muchos desconozcan, y otros que no les dan la importancia que merecen.
La doctora Martha Galeano menciona algunos de los que pueden tener lugar antes de un derrame como una señal de alarma.
Entre ellos están: ceguera de un ojo, pérdida del habla o incapacidad para hablar -permanente o temporal-, paralización o sensación de hormigueo en un brazo o una pierna, súbito y explosivo dolor de cabeza.
Explicó que en Estados Unidos existe una campaña denominada FAST (rápido), siglas que significan cara, brazo, habla y tiempo. Si una persona siente o sufre una de estas señales de alarma debe ser llevada a un hospital en menos de tres horas y media, a fin de evitar trastornos irreversibles.