18 jun. 2025

Anécdotas

* Por el tiempo y por el uso, su bandoneón necesitaba hacer una pausa e ir a reparación. “Le llevé a un luthier de apellido Vallejos. Era muy bueno, pero tardó nueve meses en devolverme mi instrumento. En ese lapso fue que volví al piano. Tomé ocho meses de clase con Rubia Aranda. Toqué Bach, Beethoven, Mozart y otros, pero me gustaba la música ligera porque me permitía volar, como buen ?orejero? que soy. Cuando recuperé el cajón, dejé de nuevo el piano”, cuenta.

* Cuando fue a la guerra solo decía unas pocas palabras en guarani. Sus compañeros le tildaban de jejapo. Para quitarse de encima esa mala fama, preparó un tema para desarrollarlo a la tardecita, a la hora en que los soldados tomaban mate y conversaban informalmente. “Añepyrû porâ, seguí... y, de repente, me di cuenta de que me encontraba... hablando en francés”, narra con gracia. Después les explicó que había hecho eso para demostrarles que él quería hablar, pero que no podía. Sus camaradas comprendieron su esfuerzo y le incluyeron en el grupo desde aquel día.

* Después de volver de la guerra, Luis hizo el Preparatorio que habilitaba para estudiar las únicas carreras universitarias de entonces: Medicina o Derecho. Una de las asignaturas era Filosofía. Uno de sus compañeros había “piloteado” magníficamente durante diez minutos. En el último minuto, sin embargo, naufragó. “El profesor le preguntó si Platón tuvo hijo. Le dijo que sí. ?Y cómo era su nombre?, insistió. ?Platito?, le respondió. Fue el único aplazado.
“A otro, en Topografía, se le pidió que dibuje un goniómetro (instrumento para medir la distancia). Dibujó una mesa con un cuadrado encima. ?¿Y dónde está lo que le pedí??, le preguntó el profesor. ?Adentro?, le respondió. Salvó por ingenioso.”