Por Rubén M. Perina (*)
La democracia norteamericana es vibrante, sólida y en constante perfeccionamiento. Las elecciones raramente se cuestionan, y los diferendos políticos/electorales se resuelven pacíficamente de acuerdo con la ley. La democracia es un pilar central de la política exterior del país. Su gobierno la promueve alrededor del mundo, prestando asistencia técnica para la organización de elecciones libres, justas y transparentes, y enviando observadores electorales. Recientemente, sin embargo, su propio sistema electoral ha estado bajo escrutinio, particularmente desde la elección presidencial de 2000.
El sistema presenta características singulares que lo distinguen de otras democracias modernas y emergentes, o de los modelos que con frecuencia expertos electorales proponen. Debido a mi experiencia dirigiendo varias misiones de observación electoral en América Latina, no puedo dejar de notar el contraste de tales características con la mayoría de los sistemas electorales que he observado. Por ejemplo:
PROPIAS REGLAS. No hay un código electoral nacional unificado. Porque Estados Unidos tiene un sistema federal de gobierno fuerte, cada estado tiene sus propias reglas y estándares electorales. Hay diversos requisitos y reglas para obtener tarjetas de identificación, para registrarse, para votar o para usar tal o cual tecnología. La ley de “Apoyo al Voto en América” (AVA, 2002), sin embargo, trata de corregir esta
No hay un ente nacional o federal que organiza, administra o supervisa el proceso electoral, ni una autoridad electoral nacional responsable de juzgar la calidad o la validez de las elecciones, o de proclamar al ganador. El proceso se maneja en cada estado por su secretario (a) de Estado. Para algunos críticos, la ausencia de una autoridad nacional no asegura la imparcialidad de los criterios de elegibilidad para votar, de los procedimientos para registrarse o de un posible recuento de los votos, como ocurrió en el estado de la Florida en 2000. Tampoco asegura estándares nacionales mínimos para los formatos de la boleta de votación ni de tecnología a usarse. En algunos estados se usa tecnología electrónica avanzada y en otros procedimientos manuales. La Comisión Asistencia para la Elecciones, creada por AVA, solo proporciona pautas voluntarias para los estados en algunos de estos temas.
No hay registro electoral nacional unificado o lista de votación federal. Así, teóricamente, uno puede registrarse y votar en uno o más estados, particularmente en aquellos que colindan. AVA estipula que los estados deben tener un registro de votantes centralizado; pero no contempla la creación de un registro nacional integrado, interactivo, que permitiría para comprobar la duplicación del voto. Solamente treinta y uno de los cincuenta estados tienen un registro electoral centralizado electrónico. Para alguno, esto es una puerta abierta para el fraude electoral.
SIN TARJETA. No hay tarjeta de identificación nacional o federal, o un documento de votación. Algunos incluso desean eliminar el requisito de presentar identificación para favorecer la participación electoral. Dependiendo del estado, los votantes pueden presentar diferentes tipos de identificación para votar, algunos con fotos, otros sin fotos. Este variado requisito de identificación es otra puerta abierta posible para el fraude electoral.
El día de votación no es un día domingo como en la mayor parte de América Latina. Es siempre el día martes, un día laborable. La gente vota antes de ir a trabajar, durante su almuerzo o después del trabajo. Pero votar no es obligatorio. Algunos argumentan que esta práctica desalienta y reduce la participación del votante. Para facilitar el voto, sin embargo, hay una costumbre, en varios estados, de permitir el voto anticipado por correo.
El “voto ausente”, como el voto anticipado, se permite en la mayoría de los estados. En el estado de Oregon es la única manera de votar. Mientras que este procedimiento permite votar al ciudadano que no lo puede hacer el día del sufragio (por viaje o por incapacidad física), para algunos esto también abre la posibilidad de que se viole el secreto del voto. La propuesta del voto por internet también puede permitir esta posibilidad.
COLEGIO ELECTORAL. No hay elección directa del presidente como en la mayoría de los sistemas presidenciales. Se usa el sistema de Colegio Electoral: los ciudadanos votan por una lista de electores pertenecientes a su candidato preferido y el número de electores que un candidato obtiene por cada estado que gane es igual al número de diputados y senadores que le corresponde a ese estado en el Congreso Nacional. Se gana con 270 electores de un total de 536. Existe así la posibilidad de que un candidato sea electo sin ganar el voto popular, como en 2000, con el triunfo de George W. Bush sobre Albert Gore.
Las primarias para seleccionar los candidatos presidenciales de los dos partidos no se celebran en un mismo día, como en la mayoría de los países que utilizan primarias. Se efectúan por estados o grupos de estados a través de un largo periodo (de enero a junio). Son un ejercicio electoral muy complejo. Cada partido usa mecanismos diferentes en diferentes estados para seleccionar sus delegados a convenciones estaduales y nacionales donde finalmente se elige al candidato. Aunque el proceso es muy útil para conocer los valores, la personalidad y las propuestas de los candidatos, los críticos argumentan que es un proceso demasiado largo, fragmentado y costoso.
UN TEMA POLÉMICO. El financiamiento de campañas electorales es un tema complejo y polémico. Hay una discusión permanente sobre si limitar o no las contribuciones de individuos a la campaña electoral. Para algunos, las contribuciones ilimitadas tienden a favorecer a candidatos titulares del cargo o a candidatos ricos; para otros, las limitaciones son inconstitucionales porque restringen la libertad de expresión protegida en la Constitución. Sin embargo, no hay límites para gastos de campaña si un candidato decide no aceptar financiamiento del Gobierno federal (US$ 84 millones de dólares). Este candidato puede gastar tanto dinero como él o ella puede levantar. Aunque hay restricciones a la cantidad que un individuo puede contribuir a una campaña (US$ 2.300 dólares), cualquier candidato puede beneficiarse indirectamente de las actividades partidarias financiadas por los llamados Comités de Acción Política, que pueden recaudar una cantidad ilimitada de dinero para las actividades a favor de sus candidatos, pero siempre y cuando el levantamiento de fondos y la campaña proselitista no se hagan en coordinación con la campaña del candidato. Hay, sin embargo, reglas estrictas que obligan a reportar las contribuciones recibidas.
Los críticos sostienen que estas características del sistema electoral norteamericano no ofrecen garantías completas en términos de transparencia, imparcialidad, confiabilidad, exactitud, privacidad y seguridad del proceso de votación. También mantienen que las mismas pueden socavar la integridad del sistema y la confianza del votante en el mismo.
Por ello, se advierte una discusión nacional cada vez mayor sobre la importancia y la urgencia de integrar, federalizar, estandardizar y profesionalizar el sistema electoral del país, a los efectos de generar mayor confianza pública en las elecciones. El Congreso Nacional y entidades como la Comisión Federal para la Reforma Electoral, dirigida por el ex presidente Jimmy Carter y el ex secretario del Estado, James A. Baker.
(*) Estuvo en diversas misiones de observación electoral en Paraguay a lo largo de la transición.
http://www.american.edu/ia/cfer y la Comisión para la Asistencia Electoral (http://www.eac.gov/ ), entre otros, se encuentran trabajando en esa dirección.