Fue un 21 de noviembre del 2012 cuando la noticia, que en un primer momento parecía una broma, dejaba sorprendidos a creyentes y no creyentes: En un escrito del libro titulado “La infancia de Jesús”, el papa Benedicto XVI afirmaba que los animales jamás habían formado parte del nacimiento de Jesús, en Belén.
Según quien en aquel entonces fungía como máxima autoridad de la Iglesia Católica, en ningún evangelio de la Biblia se hace mención de que estas especies hayan formado parte del momento que se transformó en punto de inflexión de la era cristiana.
“La iconografía cristiana captó muy pronto ese motivo”, dice el mencionado libro, y “colmó esa laguna"; de esta manera, la tradición se encargó de poner un pesebre con estos animales y le agregó la teoría de que el aliento de estos seres vivos sirvió para darle calor al bebé recién nacido.
La noticia generó un amplio debate, además de una gran confusión ¿Cómo podía ser que después de tantos años los católicos debían decir adiós al burro y al buey?
A un año de la polémica y con las aguas más calmas, el actual sumo pontífice, Francisco, gracias a la humildad que lo ha vuelto mundialmente famoso, inspira pesebres alrededor del planeta.
Muchos católicos han decidido incorporar el mensaje de austeridad del papa argentino, y optaron por montar pesebres sencillos, sin mucho ornamento, presentando a José, la virgen María y a los pastores con sencillas vestimentas.
Gracias a su creciente popularidad, varias estatuillas del Francisco forman parte este año de los nacimientos del niño Jesús.