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Dos décadas después, los hermanos Farelly siguen en las mismas; no han podido crecer ni reinventarse. Es así que han recurrido a la vieja pareja de cómicos que alguna vez les dio notoriedad, y realizan una secuela siguiendo los mismos recursos, aunque ya con desgaste y nada novedoso.
La excusa que vuelve a unir a Larry (Jeff Daniels) y Lloyd (Jim Carrey) es la búsqueda de una supuesta hija de Larry, quien al mismo tiempo sufre de una enfermedad. A partir de este simple núcleo ya todo es fácil, pues lo único que se debe hacer es ir organizando una serie de gags tras otros, que es la especialidad de los Farelly.
Por supuesto, lo que les ha dado fama a lo largo de sus películas y muy especialmente Tonto y Retonto es su humor pesado, negro y asqueroso. Y recurren a ello como si fuera artillería pesada. Los melindrosos deben abstenerse de ver esta película; aquellos propensos de reír con las bromas de alto calibre y escatológicas esta es su película.
Larry y Lloyd son tan estúpidos, que juntos forman el prototipo de un tipo de comedia estadounidense donde puede ubicarse a Homero Simpson como el non plus ultra de todos, solo que el guion de los Farelly es tan pobre en comparación con el equipo de genios que lidera Matt Groening.
En fin, Larry y Lloyd están de vuelta con sus tonterías y retonterías. Si algo bueno hay que rescatar de ellos, es el culto a la amistad desinteresada que ambos cultivan. Parece que una amistad tal solo puede ser lograda por un par de tontos como ellos.