El tiempo que cada promoción pasa en el colegio es una de las etapas más importantes de la vida para la formación global de una persona en la que se adquieren los valores y principios, y se desarrolla la personalidad para toda la vida.
Los de la Promo 72, que compartimos nuestras vidas en las aulas, jardines, canchas, y escenarios del Colegio Internacional entre el 60 y el 72 podemos afirmar que se pusieron a nuestra disposición un bagaje de experiencias muy diversas, y siempre adelantadas a su tiempo que perseguían el desarrollo más pleno posible de las capacidades de cada uno para estar preparados para el futuro en democracia que ellos veían venir.
Las lecciones de liderazgo se impartían en todo momento en la pedagogía y la disciplina del día a día y en las actividades extracurriculares. Cada uno las tomaba de acuerdo con sus intereses, carácter y talentos; en el colegio se valoraba a cada uno y no por ser hijo de quien eras, y cada uno era el único responsable de sus acciones y omisiones, éxitos o fracasos, y rendía cuenta de ello siempre.
Fuimos una generación desafiante y provocativa del estatus quo, melenudos o minifalderas, el colegio defendió tajantemente ese derecho juvenil creando un ambiente de libertad responsable, de “portones abiertos” e incluso protegiéndonos de la persecución policial, y canalizó las energías hacia la literatura, la fotografía, el canto, la banda, los deportes, las artes, la lectura, la responsabilidad social. En esos años se creó la Olimpiada Estudiantil en todo el colegio, y apoyaron la iniciativa de los alumnos para el primer anuario.
Incluso enfrentándose a las represiones autoritarias, el colegio nos impulsó a desarrollar el pensamiento crítico, y fortalecer nuestro liderazgo promoviendo la participación, entre otras cosas facilitaron la creación de un centro de estudiantes que acompañaron en la clandestinidad permitiéndonos la libre expresión de las ansias de libertad.
Recibimos una educación cristiana sin dogmas leyendo la Biblia casi como un cuento, que nos encaminaba a vivir las enseñanzas en nuestro día a día, eligiendo siempre el servicio al prójimo.
Al aceptar todas las razas y religiones de manera abierta nos daban ejemplo de respeto y convivencia pacífica con diferentes creencias y costumbres.
El ambiente de sana competencia que se cultivaba en las prácticas del deporte, nos alentó a exigirnos y a superarnos, pero siempre con educación y sin violencia, respetando al adversario.
Las innumerables y diversas oportunidades de expresión artística promovían el crecimiento de la autoestima y el descubrimiento y desarrollo de talentos para proyectarnos seguros al futuro. ¡Buen trabajo INTER!