28 jun. 2025

Vendiendo lomitos, ingresó como primero en Kinesiología de la UNA

Ejemplo.  Entre libros y venta de lomitos, Jorge Luis logró ingresar a Kinesiología de la UNA.

Ejemplo. Entre libros y venta de lomitos, Jorge Luis logró ingresar a Kinesiología de la UNA.

Por Carlos Elbo Morales

carlos-morales@uhora.com.py

Persevera y triunfarás. Esta es la frase que se adecua perfectamente al empeño que Jorge Luis Gómez puso en su meta: lograr a uno de los cupos para Kinesiología. Lo logró con creces, pues fue el primero en la lista de ingresantes.

No lo detuvieron los dos intentos fallidos para acceder a Medicina ni tampoco las horas que debía repartir entre el arduo estudio y su trabajo en una lomitería ubicada en los límites de Fernando de la Mora (Zona Sur) y San Lorenzo. “Prácticamente, yo administraba el local de noche”, cuenta Jorge, a quien en el rostro se le nota la alegría del ingreso y en el pelo los vestigios del bautismo por el que pasa todo bicho.

En su labor de lomitero, que abandonó el último día de diciembre para dedicarse de lleno al estudio, Jorge conoció a muchas personas. Sus compañeros de trabajo y los clientes lo vieron más de una vez repasando sus lecturas, entre los pedidos y la atención a los comensales.

“Los clientes, compañeros de trabajo y amigos de la lomitería me admiraban por lo que hacía. Cuando supieron que ingresé, se alegraron conmigo”, rememora.

Día a día. Su rutina diaria se dividía entre las horas que pasaba en el cursillo intensivo de Mernes (uno de los más reconocidos en preparación para ingresar a Medicina UNA), en donde estaba hasta las 15.00. Luego, a las 17.00 ya se encontraba en el local de la calle Leopardi, donde se quedaba hasta las 23.00, de lunes a jueves, y los viernes y sábado hasta las 0.00.

“Era pesado el estudio, pero trataba de aguantar lo máximo”, rememora el estudiante oriundo de Paraguarí y criado por sus abuelos. En la capital, se hospedó en casa de una de sus tías.

En su primer intento para ingresar a Medicina, Jorge tuvo el apoyo de su hermana. La segunda vez se preparó basándose en los materiales que tenía. Esta vez decidió costear el cursillo por su cuenta. “Con este trabajo pude pagar la cuota del cursillo, que era de G. 500.000 al mes, desde marzo hasta diciembre. También costeé algunos materiales que no tenía y mi inscripción al examen”, revela el joven.

A la espera del inicio de clases, el 14 de abril, Jorge ya apunta a su siguiente objetivo: Conseguir un trabajo de medio tiempo como radiólogo, profesión que siguió en un instituto privado en Paraguarí. “Ahora estoy gestionando el título. Me gustaría entrar a trabajar en un hospital”. Al preguntársele cómo piensa llevar el trabajo con el estudio, considerando que la carrera demanda muchas horas en aulas y residencias, señaló: “Voy a poder, todo se puede”, dice convencido, hablando desde la experiencia de saber que sí se puede.