Sergio Cáceres Mercado
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Una historia de búsqueda interior, de reconocimiento y aceptación. Moonlight se ubica en la categoría de películas donde el protagonista debe aceptar quien es a pesar de que el mundo lo hostigue y obligue a ser otra cosa. Por eso, además del marco reflexivo, también hay uno donde la violencia en todos sus niveles se hace presente; violencia física, violencia doméstica, pero más fuerte aún, violencia metafísica, aquella que atenta contra nuestra identidad, contra nuestra esencia humana.
Chiron, el personaje principal, es un niño callado, que no habla porque tiene un miedo tremendo a ser juzgado. Su silencio es la única respuesta que en su inocencia puede hallar ante una sociedad que no le habla si no que le grita improperios, incluida su madre adicta, quien oscila entre los gritos y los mimos cariñosos hacia su pequeño. Pero Chiron encuentra una pareja de adultos que lo acoge y cuida en los momentos en que más necesita. A ellos tampoco les habla, pero en una de las escenas más fuertes el niño les hace tres preguntas que son fulminantes, que demuestran, por un lado, su sufrimiento interior y, al mismo tiempo, las interrogantes que se hace su gran inteligencia.
A la luz de la luna, le cuentan, todos somos iguales porque somos indistintamente de color azul. Eso le basta. Saber que hay un momento, un lugar, en el mundo donde todos son iguales a él, o donde él es igual al resto. Aunque el mayor de los tiempos y lugares no sea feliz, al menos hay uno donde todo eso desaparece, a la orilla del mar, iluminado por la luna.
Contado en tres partes, la historia recorre la niñez, la adolescencia y juventud de Chiron, una persona que lo tiene todo en contra. Pero como es un gran sobreviviente, “sabe cuidarse solo” dirá su madre, al final saldrá adelante, solo que de una forma que es lógica viniendo del contexto donde creció, pero que lo seguirá condenando a los márgenes de la sociedad, el rincón del mundo donde fue empujado desde siempre a vivir.
Aunque no sea totalmente original en su presentación, es una gran película, de aquellas que movilizan al espectador, aunque sea por lo incómodo del tema tratado: el odio hacia los diferentes, en este caso hacia los gays. Aunque le queda pocos días en cartelera, no la deje pasar.
Calificación: ****(muy buena)