Si en algo estamos cediendo en la era de los medios de comunicación de masas y las redefiniciones de derechos es, justa y paradójicamente, en el uso de nuestra libertad.
Solo hablar de ello ya genera inquietud porque se presupone el don más resguardado de la cultura individualista y hedonista que se nos plantea como modelo hoy. “Vive y deja vivir”, cantaba Paul McCartney, pero pronto se puso de moda el “muere y deja morir”, concepción resignada, somnolienta y triste que impone el nihilismo y así pone “viejos los corazones” y quejumbrosos hasta a los niños.
Dentro de poco comenzaremos un nuevo año y muchos aprovecharán para tomarse unas vacaciones. ¿Pero qué sentido tiene vacacionar? Para muchos es como un fin de semana prolongado donde desenchufarse de los deberes, de las rutinas y dejarse llevar. Si es posible gastar dinero, dormir, beber y comer más de la cuenta, y viajar.
Pero, ¿no es acaso también el tiempo del año en que podemos optar por hacer, pensar, leer, relacionarnos de manera más original y libre? Para muchos hoy manifestar nuestro ser, nuestro yo, es simplemente inaceptable.
Mejor morir masificado y enjaulado en los convencionalismos sociales sobre lo que supuestamente es “disfrutar de las vacaciones” que darse el lujo de experimentar eso que el gran pedagogo y sacerdote milanés, Luigi Giussani, solía calificar como el criterio por el que uno puede ser juzgado: el uso consciente del tiempo libre. Giussani decía que “si un chico o una persona madura desperdicia su tiempo libre, no ama la vida: es un necio”, y agregaba provocativamente: “Y las vacaciones suelen ser el momento en el que casi todos nos volvemos necios”.
La nobleza de nuestros afectos genuinos y el compromiso con lo que valoramos realmente deberían poder salir a relucir en el uso de nuestro tiempo libre.
Así no hay tedio, ni kaigue, sino un genuino descanso, gracias a la experiencia de la libertad.
Cuidado, porque sin esa libertad el ritmo agitado del descanso puede traer consigo más tensión y cansancio que el tiempo laboral.
¿De qué se trata entonces vacacionar? Siguiendo de nuevo las pistas de don Giussani: “el valor más grande del hombre, la virtud, el coraje, su energía, aquello por lo que merece la pena vivir, reside en la gratuidad y es precisamente en el tiempo libre donde emerge la gratuidad y se afirma de un modo sorprendente”.
Ojalá que nuestras opciones de vacaciones tengan que ver con la búsqueda de belleza, la compasión y la alegría que no se encuentran escapando de la vida, sino más bien sondeando con más coraje en su profundidad. Feliz Año Nuevo y felices vacaciones.