Un periodista de São Paulo publicó un ingenioso tuit que se volvió viral en pocas horas. Debajo de una foto, en la que están Michel Temer, Dilma Rousseff y Lula Da Silva y en la que también aparece un fotógrafo, escribió: “De esa foto, solo el fotógrafo no va a ir preso”. En la realidad, las cosas son un poco distintas, pero solo un poco.
Brasil ya vivía una seria crisis política antes de las revelaciones del empresario que acusó a Temer de haber avalado la compra del silencio del ex jefe de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, quien se encuentra preso. Temer tenía ya solamente 9% de respaldo popular, así que difícilmente podrá resistir a las movilizaciones en su contra y a una enorme presión mediática. Aquí hay que anotar algo para el análisis: los medios que hoy piden su renuncia son los mismos que, luego de la destitución de Dilma, apoyaban sus ajustes neoliberales que modificaban las reglas del juego laboral y la reforma del sistema de pensiones. Desde la izquierda hay quienes desconfían que se trate de una maniobra de los intereses empresariales para desembarazarse de alguien que se había vuelto demasiado impopular.
Si Temer no renuncia, podría ser destituido por el Tribunal Superior Electoral, un proceso que sería bastante largo. Rodrigo Maia, presidente de la Cámara de Diputados, asumiría temporalmente y llamaría a elecciones indirectas en las que los parlamentarios elegirían a quien terminaría el mandato. Pero resulta que el propio Maia está siendo investigado en el caso de corrupción de Odebrecht. Lo mismo ocurre con el presidente del Senado, Eunício Oliveira, citado en la Operación Lava Jato. Igualmente engorroso sería un impeachment en el Congreso. Además, el descrédito de este órgano es monumental, pues cerca de un centenar de sus miembros están acusados de delitos iguales o peores que los de Temer.
Elecciones directas solo están previstas para octubre del 2018, salvo que se reforme la Constitución. Si se opta por este camino el grito Diretas já! volverá a recorrer el Brasil como aquel movimiento que más de treinta años atrás llevó a Tancredo Neves a la presidencia. El principal problema para que prospere esta iniciativa es que si hay elecciones en plazo breve, las ganaría fácilmente Lula. Tiene varios procesos que buscan inhabilitarlo políticamente, pero ninguno de ellos estaría firme como para dejarlo fuera de juego antes de las elecciones. Esta opción no es aceptable para la derecha que hoy está en el poder.
Esta crisis aguda instalada sobre una crisis crónica me recuerda una frase antológica de Luis Fernando Verissimo, mi escritor brasileño preferido: “En Brasil, el fondo del pozo es solo una etapa”.