EFE
El sindicato al que pertenecían las víctimas convocó un acto de recuerdo en el lugar de los hechos, donde cientos de mineros reclamaron justicia para los muertos y mejores condiciones de vida para los vivos a poca distancia de las chabolas en las que sigue residiendo la mayoría de ellos.
El arzobispo anglicano de Pretoria, Johannes Seoka, denunció que “nada ha cambiado” desde la tragedia y lamentó que nadie haya asumido la responsabilidad por lo ocurrido aquel 16 de agosto de 2012 junto a la explotación de la empresa británica Lonmin.
Cuatro años después del peor abuso de la fuerza de la Policía en Sudáfrica desde la caída del “apartheid” en 1994, ni uno solo de los responsables del tiroteo ha sido procesado, aunque la entonces jefa del Cuerpo, Riah Phiyega, perdió su cargo por su papel en la masacre.
El arzobispo Seoka, que apoyó a los mineros en sus demandas e hizo de mediador durante la huelga, fue una de las personalidades que se desplazaron hoy a la localidad de Marikana, situada en el llamado “cinturón del platino” sudafricano, en la provincia del Noroeste.
Junto a él se sentaron las viudas, los trabajadores y los dirigentes del partido Luchadores por la Libertad Económica (LLE) y de la principal formación opositora, la Alianza Democrática (AD).
El gubernamental Congreso Nacional Africano (CNA), muy impopular en la zona desde el día de la matanza, no ha enviado a ninguno de sus líderes.
Lo ocurrido en Marikana se ha convertido en un símbolo de los abusos de poder y las injusticias sociales que se siguen produciendo en Sudáfrica 22 años después del final del régimen de segregación racial.
Varios libros, documentales y hasta un musical recuerdan a los mineros tiroteados y su lucha por mejorar las precarias condiciones de vida de las decenas de miles de trabajadores de las explotaciones de platino y oro en todo el país.